Coco y la desigualdad

La película representa un guiño de Hollywood a México, justo en los momentos en que Donald Trump ha hecho pensar que el odio es la norma entre los estadounidenses hacia los mexicanos

Lo bueno: Coco es una película entrañable, bien realizada, que brinda herramientas a los citadinos, para enseñar a los niños las tradiciones mexicanas. Lo malo: junto con algunas tradiciones, la película retrata que la desigualdad sea parte consustancial a lo mexicano.

El fin de semana previo al Día de Muertos apareció en las carteleras de los cines de México la película Coco. En el nombre hay un juego de palabras. Pensábamos que aludía al mexicanísimo fantasma, pero en realidad alude a un sobre nombre bien conocido, el que se refiere a Socorro, aunque en algunas regiones se conoce también así a Héctor.

Coco representa un guiño de Hollywood a México. Justo en los momentos en que Donald Trump ha hecho pensar que el odio es la norma entre los estadounidenses hacia los mexicanos, California, Los Ángeles, Hollywood, reivindican con este gran gesto la relación bilateral.

A estas alturas, la trama es de sobra conocida. Miguel, un niño de un pueblo que mucho recuerda al Bajío, ha crecido en una familia de zapateros. Su familia tiene una relación de odio con la música, pues el tatarabuelo de Miguel los abandonó para seguir una carrera como músico profesional. Miguel tiene talento, y busca primero el apoyo de su familia para ser músico profesional. Se da cuenta que el símbolo de la canción ranchera es su tatarabuelo.

Miguel entra al panteón para pedir prestada la famosa guitarra de su tatarabuelo, y entonces cruza un limbo hacia una dimensión paralela, donde se encuentran todas las personas que han fallecido. Es el Día de Muertos y éstos buscan cruzar un puente donde conectan con sus familias, si éstos han puesto una ofrenda con su foto, y los recuerdan. Miguel busca retornar con su familia, a un mundo que le permita iniciar una carrera como músico profesional.

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Lo interesante es que junto con la lección acerca de muchos elementos que los habitantes del Centro y Sur pueden considerar como suyos (en el Norte el Día de Muertos a la mexicana es en realidad una colonización cultural del Sur), hay algunos elementos que parecen también conformar la esencia mexicana.

Dos elementos se aceptan como consustanciales a la mexicanidad, a) alta desigualdad, y b) repudio a la industrialización. En el cielo de los mexicanos, la desigualdad del mundo físico persiste. La diferencia entre quienes tienen y quienes no tienen es abismal. En gran medida esto se debe a que el mundo de los muertos es una continuación del mundo de los vivos. De modo que si se era rico en el mundo de los vivos, la riqueza se prolonga hasta el mundo de los muertos.

La desigualdad pintada en Coco tiene además el problema de la eternidad. Se asume entonces que la desigualdad es inmanente a la mexicanidad, pero además, de que tal desigualdad es eterna. Parte del origen de este mito de la desigualdad eterna se puede observar en el repudio a la industrialización y la importancia de la fiesta como central a la esencia de lo mexicano.

Así, cuando el tatarabuelo de Miguel abandona a su familia para ser un mariachi, la tatarabuela Imelda se dedica exactamente a lo opuesto, a establecer un taller de calzado en el que se trabaja duro, y la música está prohibida. Un niño expuesto a Coco aprende que lo mexicano es la fiesta, y la actividad industrial es aburridísima al grado de ser anti mexicana.

Lo interesante es que justo un mayor proceso de industrialización, justo la actividad industrial que la tatarabuela Imelda inició como respuesta a la supuesta irresponsabilidad de su marido artista es la única solución para este país. Y la foto de los mexicanos es que la rechazamos por una fiesta permanente. ¿Estereotipo o cuasi realidad?

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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