Opinión

La sana verdad

Cuidar las formas y no lastimar es fundamental para procurar nuestras relaciones, pero eso no es sinónimo de oprimir y ahogar la expresión genuina de lo que queremos decir

Hable su verdad aunque no esté muy acostumbrado/a a hacerlo. Es sumamente importante que individual y colectivamente seamos auspiciadores de la verdad y no de la hipocresía. Cuidar las formas y no lastimar es fundamental para procurar nuestras relaciones, pero eso no es sinónimo de oprimir y ahogar la expresión genuina de lo que queremos decir en lo más hondo del ser. La ciencia médica valida cada vez más el hecho de que comerse las emociones y no procesarlas contribuye a la aparición o agravamiento de enfermedades; por eso es tan sano procurar un espacio para comunicarlas, y eso se traduce no sólo en saber expresarse y saber escuchar, sino principalmente en tener una mente abierta y receptiva con la mejor intención de aprender de aquello que dirán los demás y de querer conectarse en un canal común sin defenderse a capa y espada, sin criticarse destructivamente, y sin sentirse ofendidos.

Los espacios de comunicación de nuestra verdad no sólo se traducen en una puerta para relaciones más armoniosas y desahogadas, sino en crecimiento en toda la extensión de la palabra. Una persona, un núcleo familiar y una sociedad que prefieren evadir su propia verdad para evitar problemas, son fomento de la inmadurez de no resolver nada, ni querer nada, de no hacerse responsables de nada, y salir corriendo de todo. ¿Ha reflexionado usted en cuántos de sus problemas hubieran podido evitarse con un ejercicio correcto de comunicación? A veces preferimos dejar pasar o no abrir lo que traemos guardado por evitar conflictos, pero en realidad estamos creando otros problemas que se gestan a largo plazo y resultarán peores. Como emisores es nuestro deber apegarse lo más posible a lo que auténticamente se siente y se piensa, y como receptores, no tomarlo tan a pecho ni tan personal, ser más objetivos y comprender en lugar de confrontar.

A pesar de lo incómoda que pueda ser, la verdad no tiene vuelta de hoja, y siempre vale mil veces la pena pagar el precio de su frescura y sanidad, que el alto costo de su ahogamiento. Bien dicen que los verdaderos amigos no son los que nos darán por nuestro lado o serán indulgentes con aquellos errores que nos estén destruyendo, sino esas amistades que nos enseñan a ser más conscientes de nuestra verdad. Si una relación se termina por ser más personas más verdaderas, entonces no valía más que las mentiras que la sostenían. Acostumbrémonos a crear ambientes en donde no seamos ni víctimas ni victimarios de no poder expresar lo que somos genuinamente. Aprendamos a escuchar con atención y dejar de luchar por tener la razón. Aprendamos a decir aquello que tenemos que dejar salir, con cortesía, sin cinismo y sin agravio. Aprendamos a no sentirnos aludidos ni tomar como afrenta personal aquello que se nos pone en la cara y que es tiempo de aceptar. Aprendamos a admitir que es sano y bueno que cooperemos para que los demás puedan hablar desde su verdad y conectar con la nuestra. Re-aprendamos a ser menos complacientes para que nos aprueben y, en su lugar, a ser más genuinos para que realmente nos conozcan.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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