Para quienes pasamos por la UNAM y aún para quienes no estudiaron en la máxima casa de estudios, la Universidad Nacional Autónoma de México es una institución de todos los mexicanos que ha formado a cientos de generaciones, no solo con conocimientos para llegar a ser profesionistas, sino con valores que han ayudado a construir este país.
Lo que ocurrió el lunes 3 de septiembre cuando un grupo de porros con toda la alevosía y descaro, en el corazón de Ciudad Universitaria, golpearon deliberadamente a estudiantes del Colegio de Ciencias y Humanidades, plantel Azcapotzalco, que se manifestaban libremente, es el resultado de años de impunidad, de una descomposición política donde ciertos grupos con poder político han mantenido a estas mafias.
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Más allá de las investigaciones que haga la Procuraduría y la propia Universidad sobre estos personajes, es conocido que estos grupos de hampones han sido respaldados con prebendas, cargos políticos y dinero por los sucesivos gobiernos federales y locales, y por autoridades de los centros de educación superior de la UNAM y el Politécnico, aunque su presencia se extiende a prácticamente todas las escuelas de educación media y superior. Han sido carne de cañón para amedrentar, golpear y asustar a quienes políticamente los combatieron en sus distintos territorios. Como ejemplos de esta asociación política delictuosa está el caso de Coyoacán, Gustavo A. Madero e Iztapalapa.
Desde luego, ni la Universidad ni los demás centros de educación superior quedarán al margen del proceso democratizador que habrá de terminar con las represivas prácticas de los aparatos caducos del poder. Así lo anticipó Andrés Manuel López Obrador, al advertir que su gobierno no permitirá que continúen las organizaciones de golpeadores. Por tanto, al manifestar su solidaridad con los estudiantes en pie de lucha, manifestó:
“Se meten grupos de interés creados, de todo tipo. Pero ya no será así. No va a permitir el nuevo gobierno acciones vandálicas contra los estudiantes”.
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En efecto, parte de la estrategia de la cuarta transformación consiste en desterrar estas prácticas corruptas de control popular. Así ocurrirá en el gobierno federal y en el de la Ciudad de México, con Claudia Sheinbaum al frente. Con tal propósito se prestará atención prioritaria a los jóvenes mediante la entrega de becas. Se ampliará de forma significativa la matrícula escolar para que a ningún joven se le niegue el acceso al estudio. Y se les garantizarán trabajos dignos y el acceso a la cultura y el deporte.
Así como en su apuesta por los jóvenes López Obrador ha esgrimido la frase “Becarios sí, sicarios no”, hoy, ante la arremetida conservadora contra la Universidad, debemos subrayar que para los gobiernos del cambio: Estudiantes sí, porros no.
Todos somos responsables de fortalecer y cuidar a una institución tan querida e importante como la Universidad, la máxima casa de estudios de México.