Las amenazas del Presidente Donald Trump en cuanto a cerrar la frontera o imponer aranceles a productos mexicanos por el flujo de migrantes indocumentados que cruzan la frontera, así como por el tráfico ilegal de drogas, son amenazas que además de resultar dañinas para ambas economías y la integración norteamericana, niegan por completo la realidad.
Está ampliamente documentado que gran parte de la crisis actual de opioides tiene que ver con la cooptación del sistema médico por parte de las grandes farmacéuticas y la laxidad del Estado en materia regulatoria en cuanto a la validación de estudios clínicos, así como la prescripción y el suministro de drogas. El mismo Centro de Control de Enfermedades del país destacó que en 2012 se habían generado más de 255 millones de recetas para productos que contenían opioides; cabe recordar que el país cuenta con 319 millones de personas. Las cifras de 2017 apuntan a que en 16% de los condados del país, se emitieron suficientes prescripciones para que todos los habitantes pudiesen contar con al menos una. La dependencia a drogas legales se vuelve económicamente prohibitiva, por lo cual cientos de miles de estadounidenses comienzan a consumir imitaciones sintéticas que en efecto, pueden haber sido producidas en nuestro país.
Sin embargo, lo evidente es que no cesarán las muertes por sobredosis o la criminalidad asociada con el tráfico de drogas si se levanta un muro o se cierra temporalmente una frontera. Ninguna sanción económica en contra de nuestro país logrará sanar la herida autoinfligida de los Estados Unidos. Ningún muro revivirá a las cientos de miles de personas que han fallecido, mientras que cerrar la frontera únicamente dañará económicamente a familias cuyo acceso a la salud es altamente limitado, también por causa de políticas públicas.
Negar la realidad y encontrar culpables donde no los hay quizás resulte efectivo en la campaña hacia el 2020, pero no logrará resolver los problemas que aquejan a una nación renuente a verse al espejo.