Los derechos laborales en México son resultado de las fervientes luchas de los y las trabajadoras, tanto de lo público y lo privado, que incluso han costado vidas con tal de tener las condiciones mínimas indispensables para erradicar la esclavitud.
Debido a ese esfuerzo colectivo es que hoy, por ejemplo, en el Senado de la República se ha hecho un indiscutible trabajo legislativo por los derechos de las trabajadoras del hogar, cuyos descansos y acceso a la salud durante años han estado a merced de la voluntad de los “patrones”.
En un mundo con cambios de hábitos, también sociales, con innovaciones tecnológicas y nuevas economías en procesos organizacionales como de negocios diferentes, deberíamos reabrir el debate de lo que significa el trabajo.
Para una generación como la mía, en plena crisis laboral y de acceso a seguridad social, retiro (jubilación), entre otros menesteres, es fundamental que los derechos laborales signifiquen no sólo cantidad, sino calidad de vida. Esperaríamos que nadie se espante de exigir días de vacaciones, porque el descanso, el ocio y la recreación son también un derecho que no debería de negarse. De otra forma, ese mundo de acceso laboral disfrazada de éxitos no garantizados, lo único que representa sería esclavitud moderna.
Falta mucho en México para culturalmente entenderlo. Que las épocas de las “hora nalga” ha llegado a su fin. Por tanto, estos derechos emergentes son justos y necesarios, recordando que el trabajo dignifica al hombre no lo sacrifica.
Las vacaciones, así como el trabajo en casa, el parcial, hoy está demostrado en esos países donde se hace que sí asegura productividad (por si por ahí hay miedos).