En un universo de perfección matemática e infalible en el que las leyes rítmicas no fallan, no puede haber abundancia de salud, si en su lugar estamos decretando y concretando la enfermedad. ¿Sabía usted que la salud es su derecho de nacimiento? La vida siempre está buscando sanarse, cuidarse y sustentarse.
Por eso tenemos un sistema inmune, y por más situaciones complicadas que este enfrente, siempre dará una batalla impresionante para defender la energía vital del cuerpo. ¡La forma en que este principio funciona es maravillosa! Y una prueba muy clara de que, si nosotros no le estorbamos, el cuerpo buscará la forma.
Si usted o alguien que quiera están enfrentando un reto de salud, acuérdese del principio de vibración con el poder de las palabras, y conviértalas en un facilitador de su salud, ¡y no en el primer obstáculo! Primero, evite adueñarse de los males; no se apropie de lo que no quiera que se quede en usted.
No diga: mi enfermedad, mi padecimiento, mi tormento, mi calvario, mi cruz, ni nada que se le parezca. ¿Se da cuenta de que usted es la primera persona en afirmar y reconfirmar que eso es suyo? Después, así como en un cuarto oscuro basta una pequeña flama para que se haga la luz, vaya encendiendo el fuego interno de la salud perfecta en usted o en los suyos. Hable de la salud, exalte la salud, platique sobre personas que se curaron, sobre casos de curación.
Y ¡muy importante! Reaprenda a sentirse cómodo o cómoda con su salud en excelentes condiciones. Aunque le suene increíble, si realmente se propone hacer un examen de conciencia sobre su estado de salud, se va a sorprender de la medida en la que su personalidad prefiere las ganancias de un estado de enfermedad. Le invito a que, si está atravesando por un problema de salud, haga una lista sincera de los dividendos que esto le ha traído. Este no será el momento de ser complaciente: háblese con la verdad.
Si está dispuesta o dispuesto de todo corazón a aceptar lo que venga, esa parte que es Dios en usted, le hablará con muchísima nitidez y, por qué no, tal vez hasta haga que usted termine riéndose de las causas de esa ausencia de salud. Este es un ejercicio muy efectivo para tirar la basura inconsciente que cargamos y poder abrirle el paso al caudal de salud.
Recuerde que con cada pensamiento, palabra y acción, se cristaliza lo que apenas es una idea, o se termina de consolidar lo que podía haberse deshecho con la simple pero poderosa afirmación del bien. Entre más compleja esté la condición, es mucho mejor dejar de reforzarla con lo que usted decreta. Y si se trata de la salud de alguien más, ¡con más razón!: No use historias ajenas para tener algo qué contar, para fomentar el morbo o para hacerse interesante, acuérdese que sus palabras o abonan a la solución o abonan al problema, y que todo regresa a su origen.
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Haga el ejercicio de poner el mismo entusiasmo para hablar de la salud, que el que pone en lo opuesto, y practíquelo hasta que se sienta realmente natural. Aquí les ofrezco algunas opciones: yo soy salud, me encuentro mejorando, es impresionante el trabajo de las células sanas de mi cuerpo, el cuerpo es maravilloso, el centro de mi ADN es un vacío por donde puede correr fácil y fluidamente el torrente de salud perfecta.
Haga estos decretos mentalmente en el tiempo que le toma lavarse los dientes durante 21 días. Y si le preguntan ¿cómo sigues de salud? Afirme como escudo protector: mejor, mejor y mejor. No me crea sobre los resultados, pruébelo por usted mismo.