¿Y tú a qué le tienes miedo?

Para abordar un tema como éste, que definitivamente nos puede presumir varias aristas, porque al tratarse de una emoción sumamente humana y, por tanto, completamente subjetiva y muy particular, lo mejor será comenzar por el principio, así que recurramos al terreno de las definiciones.

Por tanto, el miedo, como lo conocemos la gran mayoría, es una emoción que se caracteriza por una intensa sensación desagradable causada por la percepción de un peligro, que puede ser real o supuesto, en el presente, en el futuro e incluso en el pasado.

Así las cosas, al miedo tenemos que considerarlo una emoción primaria que se desprende de la aversión  natural al riesgo o a la amenaza y se manifiesta en todas las criaturas del reino animal (eso nos incluye a nosotros, los seres humanos).

Sin embargo, apegándonos a la teoría del miedo que en su momento nos presentó el llamado “padre del psicoanálisis”, el austriaco Sigmund Freud, debemos entender que hay distintos tipos de miedo que permanentemente nos ponen a debate interno y colectivo porque por una parte existen miedos aprendidos y otros que pertenecen al terreno del inconsciente básico y no resuelto.

Así las cosas, si nos focalizamos en el género masculino y particularizamos en las relaciones de pareja, tenemos que los varones, más allá de lo que proyectan o de lo que les inculcan desde pequeños en el seno familiar a través de ciertos estereotipos exacerbados durante generaciones, podremos entender que éstos presentan básicamente una media decena de medios muy generales y comunes:

Empecemos por uno muy frecuente y se trata del temor masculino a que sus parejas acaben pareciéndose a sus madres. Todos sabemos que si nos apegamos a los preceptos de la psicología humana, la única mujer que verdaderamente puede tener un poder supremo inconmensurable sobre un hombre es su madre. Por lo tanto, aquella mujer que aparece en su vida y lo mima, lo consiente, lo trata como a un niño e incluso llega a convertirse en una especie de niñera, termina por menoscabar su virilidad.

El segundo miedo que presentan muchísimos hombres es el temor al matrimonio y no es para menos, se trata de un compromiso de magnitudes gigantescas e inconmensurables.

Casarse con la mujer amada tiene muchísimas ventajas y también muchísimas desventajas, por lo que no cualquiera se atreve a dejar atrás la soltería para asumir un compromiso que por lo general “asesina” la individualidad de sus componentes y ubica al varón en una posición que no siempre le ha agradado del todo: La de ser proveedor y responsable de generar un entorno material que hoy por hoy, definitivamente, requiere de mucho trabajo y mayores sacrificios.

Otro tema que le provoca un pavor terrible a los caballeros es el referente al tamaño de su miembro viril. Aunque muchos lo niegan abiertamente, lo cierto es que un altísimo porcentaje de chamacos son de naturaleza competitiva y siempre están buscando el menor pretexto para demostrarle a los de su especie que son mejores que ellos en cualquier terreno y el tamaño de su pene obviamente representa una oportunidad inmejorable para demostrarle a sus iguales que no son tan iguales, ¿me explico?

Y cuando se trata de ir a la intimidad con una mujer, créanme que muchos de ellos mueren de pavor tan sólo de imaginar que podrían no impresionar a la añorada presa.

Igualmente, otro miedo masculino a considerar es el relacionado a las odiosas comparaciones. Sí, cuando un hombre va a iniciar una nueva relación con una mujer, irreductiblemente se enfrentará a los juicios de su pareja con respecto a sus anteriores novios o esposos.

Sí es más guapo que el anterior, si es más rico, si tiene un mejor carácter, si resulta ser más inteligente y con un trabajo que supera al del anterior. La verdad es que el etcétera es kilométrico, por lo que, efectivamente, las comparaciones son odiosas… pero también muy intimidantes.

El último miedo más común entre los hombres con respecto a las relaciones de pareja es el que tiene que ver con las mujeres aprovechadas, trepadoras y abusivas. Y es que aunque en la actualidad ya casi todos manejan un discurso de equidad e igualdad, en el fondo todavía existen toneladas de damas que exigen ser tratadas y mantenidas como si realmente pertenecieran a la realeza, lo que pone en verdaderos aprietos a muchos caballeros que entienden muy bien que pertenecen a una sociedad  que todavía mide un doble rasero las causas feministas y que en ciertas circunstancias es considerado prescindible y desechable, mientras que para otras a él le corresponde asumir toda la carga y responsabilidad de muchos aspectos al interior de su relación (noviazgo o matrimonio).

Y no olviden que todos los fines de semana, a eso de la medianoche, los espero en su programa “Exclusivo Para Hombres”, que se transmite por Telefórmula (por favor chequen su sistema de cable predilecto para verificar la nomenclatura de los canales).

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