Opinión

Cualquier fin es una explicación

Para ser leído con: “Sunday Driver”, de The Raconteurs

El hombre no había descubierto la rueda ni el fuego, no había imaginado la idea primitiva (pero posmoderna) de arrebatarse el poder a guerras, no tenía idea de los elogios por haber diseñado una app para matar el tiempo, pero aún así, ya añoraba un fin de semana.

El tiempo vuela, dicen. ¿Será que no hemos aprendido a volar con él?

Parece agosto, cuando tuve la idea de escribir este texto. En un parpadeo es diciembre y muy pronto, estaremos a mitad del nuevo año.

Supongo que con el fin de hacer más llevadera la estancia en este plano y recibir el pan y el circo con la dosis recetada, quien haya diseñado los encantos holográficos a los que el ser se ve cotidianamente expuesto, supo insertar dos días para reponerse de otros cinco.

Estos días a los que estoica, pero cariñosamente identificamos como “el fin” se convierten en una sepultura para el estado en el que se llega a su lindero. No conforme las exitosas horas extras que se laboraron durante la semana y la multiplicación de los problemas que lo flamearon, siendo apenas martes, la estrategia maestra es añorar el momento en el que acabe la semana antes de que ésta acabe con uno.

Pasamos la semana entera haciendo planes para el fin. Cuando llega, se esfuma sin siquiera reparar en cómo pasó. De entrada, hay que restar el domingo desde la tarde, porque es el macabro preámbulo del lunes. El viernes podría ser la parte más interesante del fin, pero aún así, tiene su parte discutible porque llega uno a rastras. El sábado está hecho para reconstruirse y atender bautizos, así que lo más probable es que el fin, en realidad necesite uno o dos días más.

PUBLICIDAD

El fin no alcanza para nada. Aún así, hay que verlo como una perspectiva de redignificación del ser. Si uno no tuviera semanas feroces, se las buscaría. De lo contraría, sentiría que no merece ni disfruta su fin.

La tentación del futbol rondará la estabilidad estructural del fin de semana (ni siquiera importan los equipos que juegan, la obligación del espectador es estar donde haya una transmisión, en vivo o grabada).

Si no hay futbol, sobrarán excusas para izar la bandera de “No hacer Nada”, lujo que uno difícilmente puede darse en público entre semana. Con esta práctica pensarás que tácticamente se vaciará la cubeta de paciencia para que el lunes al mediodía llegue de nuevo al límite.

Hockey, lacrosse o repeticiones de finales que ya te sabes, aguardan la oportunidad para estimular las ondas beta mientras reposas tu cansada biomasa sobre el sillón, control en mano.

Seguramente llegará una película de Pedro Infante (sólo hay eso y la muerte, son garantías en la vida) o un programa de concursos con el cual podrás hacer tiempo de aquí al lunes.

Y es eso, o atender el compromiso dominical, por toda la familia temido. O arreglar la covacha que en el transcurso de dos semanas quedará igualmente desarreglada.

En tiempos prehistóricos en los que un penthouse se reducía a una cueva y no había más intermediario laboral para obtener dinero y así alimentarse -sólo se comía y ya-, las prostitutas mismas se alegraban con el acecho del fin de semana, entendido como hacer lo que a uno le viniera en gana y que justamente eso terminaría por definir a uno como persona.

La nueva moneda es el tiempo, y lo desperdiciamos más que un pagaré.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

Tags

Lo Último