Opinión

La difícil e incomprendida tarea de procrastinar

Para leer con “Haruka (Ryo Nakamura Remix), de Kelotti

Los adictos a pensar que el tiempo es renovable, tarde o temprano nos damos cuenta que procrastinar tiene al menos un destino asegurado: el arrepentimiento disfrazado de días que duran menos, años que pasan más rápido o vidas que se fueron en un “santiamén”.

No le pidas más a tu tarjeta madre (ni a la de crédito). Concéntrate en el objeto que tengas en frente, sea un mouse, una persona o una importante obra de arte corporativo.

Sí, en efecto estarás procrastinando si tomas en cuenta que tus cientos de mails no se leen solos, ni las juntas se atienden sin prepararse.

Por eso el punto de partida es definir cuál será la actividad para concentrarse. Y será sólo cuestión de segundos, para ver cómo en tu pantalla mental erupcionan decenas de posibilidades creativas para perder el tiempo y el foco en eso que era tu prioridad en el día.

(A estas alturas, seguro ya viste dos veces el celular, te rascaste la espalda y viste si no hay otra cosa mejor que leer, que seguro hay, y espero que no te des cuenta ahora)

Pero el tiempo no existe: es una convención, una métrica, un acuerdo para contabilizar y nombrar un flujo de conciencia. Ahora pregúntate si tienes autoridad para gritarle al mundo tu excusa favorita: «No tuve tiempo, no me dio tiempo”.

Con esto como nuevo acuerdo, lo que un H. diputado tendría que hacer, aparte de robarnos dinero y sentido común, es proponer una iniciativa de ley para que se flagele en público al siguiente inadaptado que diga que “no tuvo tiempo” para lo que sea. 

El tiempo no es una pertenencia, y si lo quieres ver de manera relativa, podríamos al menos asumir nuestra responsabilidad y gritar al mundo “No me di tiempo” y evitar culpar a quien se deje.

Tal vez el ingrediente secreto de un día laboralmente empleado de 9 a 9, sea un hartazgo a cuentagotas en el país de la OCDE en el que más horas nalga hay y menos tiempo productivo se cuenta.

(Ahora, si vas a procrastinar olvida ese reporte pendiente y lee hasta el final esta columna)

¿Qué le estás dejando a tu empresa y qué te deja esa empresa, más allá del intercambio monetario para comprar trivialidades y empeñar una vida en algo que pudo haber sido harto más relevante?  Pregunta para seguir procrastinando.

Las razones para distraerse sobran con la multiplicación de los estímulos que te rodean y ametrallan la, de por sí frágil disciplina en la atención. Puede ser el espíritu rebelde por parte del mexicano, que ante la tiranía de las 24 horas a manos del reloj, la respuesta inmediata sea despreciarlas a manos de un espíritu pasivo del desperdicio.

Parece mentira, pero el recurso no renovable más importante con que contamos, lo utilizamos –con toda prisa- sin tener claro su objetivo.

Y encima seduce la idea de matar tiempo en lo que te encuentras algo más importante qué hacer; empleas un “pasatiempo” para gritar convencimiento de lo trivial que es ponerse serio con los pendientes del día; cuando llega el viernes después de haber dejado pasar lo importante, tu día se convierte en una “bomba de tiempo” y sólo así te vuelves en un trabajador (apagafuegos) de “tiempo completo” y por si quedara duda, “en tiempo real”.

Sólo me da tiempo para apuntar que el tiempo es la moneda más importante y menos apreciada que hay.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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