Racismo, un mal explotado por los populistas

Jesús Hellín - Europa Press Europa Press

Una sociedad que no da igualdad de oportunidades únicamente por el color de la piel, está destinada a que germine el racismo; la victoria presidencial de Barack Obama en Estados Unidos, fue la cristalización de la aspiración de la comunidad afroamericana de terminar con la segregación. Recordemos que el vecino país del norte fue forjado sobre los hombros de esclavos de color.

Prueba de ello es que la campaña de Donald Trump en 2016 y su discurso abiertamente racista reavivó los sentimientos contra todas las comunidades minoritarias, en una nación que pensábamos más tolerante y con menos prejuicios hacia los orígenes raciales y culturales de las personas. Nos equivocamos. La estrategia electoral del republicano usando la retórica del miedo, empoderó a los racistas y a los supremacistas blancos. Trump ha vendido la idea de que los enemigos de Estados Unidos están en casa y no son sajones, por eso el eslogan “Hagamos a América grande de nuevo” convirtió al empresario en el altavoz de una visión segregacionista que creíamos superada.

La brutalidad policial que provocó la muerte del ciudadano estadounidense George Floyd no es algo nuevo en la Unión Americana, si revisamos las cifras de muertes de detenidos bajo custodia judicial, el 24% son afroamericanos, quienes representan el 13.4% de la población total de ese país. Según testimonios de policías estadounidenses, se espera que su reacción sea agresiva y que su imagen sea la de hombres rudos que meten en la cárcel a las personas.

Pero parece que el racismo está anclado en el sistema de justicia estadounidense, pues en las cárceles el 33% de la población es de raza negra, mientras que el 30% de piel blanca; ese dato no parece revelar mucho hasta que lo contrastamos con el tamaño de la población: por cada 100 mil afroamericanos, mil están en prisión, mientras que, por cada 100 mil blancos, solamente 200 están purgando alguna condena, es decir, la cifra es cinco veces menor.

La muerte de Floyd calentó los ánimos en una comunidad negra particularmente afectada por la pandemia de COVID-19, pues el 33% de los hospitalizados son de piel de color; la razón es que el 50% de ellos tienen afecciones cardiacas y el 19% no tiene acceso a servicios médicos. Si el coronavirus afecta con mayor fuerza a quienes padecen alguna enfermedad preexistente y crónica, este fragmento de la población es mucho más vulnerable.

La respuesta de Trump solamente avivó las llamas de las manifestaciones pues amenazó a quienes protestan por el racismo en todo el país; actualmente más de 41 mil elementos de la Guardia Nacional responden a los disturbios civiles. Sin embargo, esto no es más que fruto del discurso de odio de quien hoy busca permanecer cuatro años más en la presidencia de Estados Unidos.

En México, sin duda tenemos un problema de racismo que debemos atender mediante políticas públicas asertivas y eficaces; sin embargo, López Obrador lo ha utilizado como una bandera que ha explotado políticamente. En noviembre de 2019, el tabasqueño anunció un apoyo diferenciado a “mestizos e indígenas”, lo que significaba considerar la raza como una variable para tomar decisiones. Si bien tenemos desigualdades que colocan en un estado de vulnerabilidad a ciertas comunidades étnicas, convertir el tema en una lucha entre blancos y mestizos, no solo demuestra una profunda ignorancia, sino que pone de manifiesto la intención de generar un conflicto artificial entre los mismos mexicanos.

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El principal problema de México no es la lucha entre razas por la subsistencia, nuestro principal enemigo es la pobreza, que no se va a terminar con programas clientelares que no tienen un impacto verdadero para que esas comunidades abandonen el hambre, sino en proyectos integrales que les brinden oportunidades de insertarse en el mercado laboral y realizarse como personas. Una transformación, como lo que fallidamente pretendió ser el actual gobierno federal, que está fundamentada en el resentimiento social, no vendrá acompañada de valores como la solidaridad. Los mexicanos hemos demostrado que, en las peores crisis, podemos vencer juntos; tras el sismo del 19 de septiembre de 2017, lo que menos importaba era el color de la piel o el origen étnico, sino que todos éramos mexicanos.

La polarización tarde o temprano cobra una factura, que no pagan los líderes populistas, sino la propia sociedad, porque una vez diseminado el odio, es muy difícil erradicarlo e identificar al de enfrente como parte del mismo pueblo. Es hora de combatir el racismo y la xenofobia que los populistas buscan utilizar como cemento para su proyecto político, antes de que sea demasiado tarde. Al tiempo…

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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