Opinión

Abrir los brazos a la felicidad

Aquello en lo que nos enfocamos se magnifica y se multiplica. Tal vez no tenemos mucha idea de lo poderosos que son nuestros pensamientos, palabras y finalmente nuestros actos. Pero aquello en lo que nos enfocamos constantemente es lo que seguimos re-grabando en el gran disco duro que compartimos y que después se materializa para formar lo que denominamos como real.

Estamos muy mal habituados a comenzar el día comentando acerca de lo pesado que está el tráfico, o de lo contaminado del ambiente, de cualquier mala noticia, del achaque que no nos deja, o de los problemas que nos aquejan. Colectivamente auspiciamos esta costumbre y hasta la aplaudimos, porque si hablamos de todo lo bueno somos vistos como irresponsables o ingenuos. Nada más alejado de la verdadera raíz de la transformación que, paralelamente, anhelamos vivir.

Es tiempo ya de dejar atrás esos viejos modelos y formas de vida. Hasta que no reparemos en que el poder de concentrarnos en algo y hablar de eso lo sigue creando, continuaremos perpetuando la miseria de la que intentamos escapar. Esos tiempos ya han caducado.

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El nombre del juego ahora es el esplendor de la felicidad como materia prima de la vida, y ya no como utopía ni como concepto filosófico. La felicidad no es una idea, es una frecuencia real en la que es perfectamente posible habitar, porque la felicidad no puede encontrarse afuera jamás. No son el auto, ni las marcas, ni la casa, ni una pareja, ni los hijos, ni un trabajo, ni la apariencia, ni el estatus. Si todas estas fueran condiciones para la felicidad, entonces viviríamos en un planeta feliz.

Estamos justo al pie de la entrada de una puerta inigualable a partir de cuya apertura el modelo que hemos vivido se desdobla para dar luz a su espejo: una era en donde es de dentro hacia afuera que nace la felicidad. Dándonos cuenta de que la sustancia de la felicidad está dentro de cada uno y que ésta se sustenta de aquello que decidimos a cada instante, es que recobramos el poder de ser felices. Mientras vivamos en la ilusión de que este encendedor se encuentra afuera, estaremos dormidos al verdadero sentido de estar en esta Tierra.

Es sólo desde una sintonía de armonía y felicidad que podemos sanar y transformar. Si pudiéramos ver con una cámara especial el bien que le hacemos a la vida en cualquiera de sus formas cuando vibramos en felicidad, la elegiríamos siempre.

Si en lugar de agobiarnos con los problemas, intentar resistirlos, combatirlos, o seguir multiplicándolos con la reacción de los pensamientos cambiáramos el concepto que tenemos de ellos y los viéramos como pruebas, señales, y oportunidades para sanar al mundo, para hacernos más conscientes, más integrados, más despiertos, más fuertes, más sabios, más humildes, generaríamos felicidad, pues entonces lo que siempre hemos visto como sufrimiento se convierte en un precioso reto de maestría y un gran regalo para la entrega de amor.


Personas felices haciendo lo que aman y amando lo que hacen disminuiría dramáticamente las estadísticas de enfermedad y de violencia en cualquier ámbito. Los grandes tomadores de decisiones también deben ser conscientes de esto cuando en sus manos está ofrecer plataformas que recobren el sentido de felicidad verdadera de los seres.

Si son verdaderamente inteligentes deben saber que no hay mejor inversión, mejor garantía de espléndidos resultados, mejor cura, y más directa vía para un planeta en pleno giro evolutivo como el nuestro.

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