La relación entre México y Estados Unidos, a lo largo de nuestra historia común, se ha caracterizado por su complejidad al incluir una amplia agenda, natural entre vecinos.
Sin embargo, lo cierto es que hay muchos más acuerdos que diferencias entre gobiernos. Hay grandes espacios en los que a diario tenemos coincidencias, pero también es verdad que existen algunos puntos en los que pudieran surgir puntos de vista distintos, como resulta lógico en la convivencia entre las dos naciones.
En ese sentido, la diplomacia es el medio idóneo para dirimir esas diferencias como está ocurriendo. Las notas diplomáticas precisamente cumplen esa función y a nadie debe extrañar que haya ese tipo de intercambios, más aun cuando existe una relación madura y respetuosa.
En el caso de México debemos recordar que históricamente nuestra política exterior tiene como principio la no intervención en asuntos de otras naciones y, por ello, también consideramos que es indispensable la reciprocidad, como lo señala el Derecho Internacional.
Lamentablemente, algunas organizaciones responden a intereses extranjeros y reciben beneficios para operar en nuestro país con propósitos políticos que corresponden más al ámbito opositor.
Por eso, es muy importante que se aclaren estas cuestiones y que el gobierno mexicano manifieste a su homólogo norteamericano su extrañamiento por el financiamiento que otorga a esos grupos.
Se trata de un asunto preocupante e inadmisible que desde el exterior se apoye a organizaciones que tras la fachada de promover el combate a la corrupción o la defensa de las libertades, como la de expresión, oculten otras intenciones que corresponden al terreno de la política interna. Para nuestra democracia es necesario que la ciudadanía conozca la verdad sobre como están constituidas y la procedencia de los recursos con los que operan todas las organizaciones.