Durante varios años, tuve el anhelo profundo de ser madre, algo que no llegó por razones que, en ese momento, me fue difícil comprender, el dolor y la frustración que sentía, las lágrimas y pensamientos que me hacían pensar que “no funcionaba como mujer”, que había algo malo en mí, sentir la presión familiar de tener un bebé ¡uf! En apariencia no había nada en concreto a nivel físico que impidiera poder quedar embarazada, pero ¿qué podía haber a otros niveles?
Tal vez algún miedo profundo a morir en el parto como mi bisabuela materna, tal vez el miedo a que mi bebé muriera como fue con el caso de mi hermana al nacer o alguna lealtad familiar que hubiera en el inconsciente, etc. Atravesaron por mí múltiples motivos por los que aquello no hubiera sucedido.
Esa etapa de mi vida, poco a poco me llevó a un camino de reconciliación, de reencuentro con las madres de mi sistema, pero en especial, de honra hacia cada una de las mujeres que lo componen tanto del lado materno como del paterno, pero en especial, hacia mi madre.
Poder mirar a mi madre no solo como madre, sino como mujer, como ser humano con luces y sombras, con anhelos, sueños, deseos, experiencias, grandezas, limitaciones, humanizarla, y deshacerme de historias que me fui construyendo derivado de mis interpretaciones, solté la idealización de lo que según yo, una madre debería ser o dar y tomé mi responsabilidad como adulta; no estamos está exentos de experiencias dolorosas pero en nuestras manos está lo que elegimos hacer con esas heridas, quedarse anclados en esas heridas, nos mantiene en un enredo sin fin de tristeza, enojo, desagrado, ingratitud, negación y rechazo hacia mamá.
El camino es asentir a mamá para poder tomarla, asentir es aceptar que hizo lo que hizo y dio lo que dio, no hay más; no se trata de entrar en una actitud moralista de lo que hizo “bien o mal”, sino simplemente poder aceptar y decir sí a todo como fue. Esta aceptación no es solo a mamá, sino también a la vida, recibimos la fuerza de la vida, asentir a mamá es dejar de buscar y esperar a que nos de lo que no nos puede dar, ahora lo buscamos en la vida y sabemos que es nuestra responsabilidad.
Todo comenzó con un hecho doloroso en mi vida que me llevó ampliar la mirada, a reconocer mis orígenes, a tener mayor consciencia; quizá si hubiera sido madre en ese entonces, no hubiera volteado a mirar a la mujer que me dio la vida como lo hice, a tomarla, a honrarla y poderle decir SÍ, gracias. Los designios de la vida son puntuales, no antes ni después, hoy me entrego a la vida y me pongo al servicio de ella, no soy madre, pero ejerzo un profundo y amoroso maternaje con los pequeños de la familia.
“Querida mamá, tú eres la grande y yo soy la pequeña, más allá de lo que sucedió y de cómo sucedió. Tú eres quien me dio la vida y por eso te doy gracias”.
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