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Dolor y resignación a dos años del terremoto que azotó el centro de México

Habitantes de Puebla, aún no pierden la esperanza de recibir el apoyo prometido por las autoridades y diversas asociaciones que los ayudaría a reconstruir su vivienda

El dolor, el miedo, la angustia y la resignación se sienten todavía en los municipios de San Juan Pilcaya, Chietla y Atzala, municipios del estado de Puebla, cuando se cumplen dos años del terremoto del 19 de septiembre de 2017.

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Sus habitantes aún no pierden la esperanza de recibir el apoyo prometido por las autoridades y diversas asociaciones que los ayudaría a reconstruir su vivienda.

Pero esa ayuda no ha llegado por completo, se quedaron en el olvido a dos años de esta tragedia que dejó a cientos de personas sin un patrimonio, que no se ha podido recuperar o simplemente se han tenido que acostumbrar a vivir en condiciones precarias.

Calles vacías, escombros, viviendas con vallas y muros derrumbados, muebles destrozados por la caída de piedras y objetos olvidados configuran el paisaje de estos municipios.

Son lugares que, según sus vecinos, se han convertido en guarida de delincuentes y donde ha aumentado el número de personas en situación de calle, porque la mayoría de las casas sufrieron un daño total.

Cuando los habitantes del municipio ven llegar a alguien foráneo, inevitablemente se les ocurre preguntar si son encargados de levantar el censo de damnificados por los terremotos, puesto que dos años después no han recibido todavía ninguna ayuda.

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Es el caso de Mario Rodríguez Soriano, damnificado de San Juan Pilcaya, quien con lágrimas en los ojos contó que su casa construida de adobe donde vivió más de 70 años se derrumbó aquel día que se «sacudió la tierra», en referencia del sismo de magnitud 7,1 que impactó en el centro del país hace casi dos años.

Por su edad avanzada no ha podido juntar el dinero que necesita para volver a construir un espacio digno para su familia, por lo que viven nueve personas en un cuarto donde tienen tres camas separadas por una sábanas que simulan cortinas para tener un poco de privacidad.

Mario explicó que quedó hastiado por la burocracia: «Ni he ido porque me cansé, me decían mira danos este papel, este otro… A veces ni tenía dinero para ir sacar las copias».

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