¿De-generación Timbiriche?

Ayer viendo un canal de España, me encontré con un programa bastante simpático llamado “El hormiguero” conducido por Pablo Motos en Antena 3. Me llamó la atención porque precisamente entrevistaba a quien fuera en su tiempo uno de mis ídolos infantiles: Paulina Rubio perteneciente al entonces grupo Timbiriche y así me quedé viendo el dichoso programa. (Ve aquí la presentación de Paulina en el programa)

Mientras lo veía, recordaba cómo, yo y toda mi generación, cantábamos como profesionales cada una de sus letras y sabíamos cada uno de sus pasos de baile. Cantábamos a México, a nuestra mamá, a nuestro papá, a nuestra escuela, al primer amor, a la primera decepción amorosa, bueno cantábamos de todo… hasta a un gato rockanrolero y a la esclavitud del teléfono… Muy divertidos esos años y creo que no a pocos nos causa una gran nostalgia.

Sin embargo, mientras más veía el programa, más crecía mi asombro al ver a una Paulina Rubio demacrada, vulgar, con comentarios inteligentes pero subidos de tono, con una manía por tocarse la nariz que daba a entender otras mañas y actuando como si fuera una adolescente cuando todos sabemos que ya pasa los 40. Cuando le preguntaron por su hijo ella aseguró que su hijo es un rockanrolero (como el gato de las canciones que coreábamos, yo creo) y que a ella le encanta andar desnuda por la casa y nada le importa más que sentir el aire por su piel… Ja. 

Poco a poco me fui decepcionando de esta niña, chava, mujer, joven, que tuvo todo: belleza, dinero, fama, galanes, una madre que la adora, lujos, talento, viajes, chiqueos… absolutamente todo al alcance de su mano, y que hoy sería la última persona a la que me gustaría parecerme, siendo que de niña era feliz porque las dos somos Géminis y me sentía feliz de tener algo en común con esta ahora ¿Monster Diva cuarentona?

También recordé a muchos de nuestra misma Generación Timbiriche, quienes sostenidos bajo el pretexto que los treintas son los nuevos 20´s y los cuarentas los nuevos 30´s, siguen a pie de antro, buscando su pertenencia al tener mesa de pista y vistiendo con ropa que usan sus propios hijos adolescentes. ¿Por qué? Yo supongo que nos tocó un cambio estructural donde la edad es cada vez más disimulada, la esperanza de vida se alarga y lo que antes era la bajada de la vida (40 años) ahora es el cénit de la adultez. Basta con recordar alguna foto de alguien cuando tenía cuarenta años que ahora tenga más de 70 y nos daremos cuenta de cómo parecían ya mayores, maduros, serios y por supuesto que no iban a antros a brincotear hasta las 6 de la mañana.

¿Será que quienes pertenecemos a este generación no queremos crecer? ¿Será que la madurez ahora llega más tarde por tantas hormonas en la comida? ¿Será que la eterna juventud sea ahora una realidad? Creo que ser joviales, entusiastas, alegres, animados, bailarines y hasta pachangueros no tiene nada de malo, siempre y cuando exista una actitud digna y que enorgullezca a nuestros hijos. Los selfies con boca de pato y sacando la lengua, hablar con groserías, publicar en redes sociales la última borrachera o seguir haciendo bullying a nuestros amigos de la infancia, ¡ya no viene al caso!

La invitación es a llevar con altura la edad y que sean estos mismos años que pasan un motivo para sentirnos orgullosos de nosotros mismos y de todo lo que hemos recorrido y aprendido por esta maravillosa vida. Actuar de acuerdo a nuestros años y no fingir ser jovencitos de dieciocho cuando ya tenemos hijos de casi esa edad. Aceptar y alegrarnos por el paso de los años, es lo que al final nos dará la felicidad que tanto perseguimos. El secreto es: HAZ LO QUE PUEDAS, CON LO QUE TENGAS Y DONDE ESTÉS. Ni más, ni menos.

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