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“Me robaron mi tranquilidad”, denuncia Rodolfo Montes, periodista amenazado de muerte

El comunicador acusa que el mecanismo de protección a periodistas cuenta con funcionarios insensibles, omisos e indolentes

“¡Presidente, me amenazaron de muerte!” fue el grito que silenció la conferencia de prensa matutina del presidente Andrés Manuel López Obrador la mañana de este miércoles, en un contexto denunciado cientos de veces -incluso internacionalmente- en el que se demuestra la gravedad de los asesinatos y agresiones a periodistas en México.

Tras el asesinato en Ciudad Victoria, Tamaulipas, de Antonio de la Cruz –el más reciente periodista ultimado en México– la ONU destacó que “este crimen ratifica la vulnerabilidad de quienes ejercen el periodismo en el país. El asesinato del señor Antonio de la Cruz, al igual que los asesinatos de las personas periodistas cometidos en el primer semestre del año, alimentan el temor y zozobra en el gremio periodístico en el país”, expresó Guillermo Fernández-Maldonado, Representante en México de la ONU-DH.

Durante el 2022, la ONU-DH ha documentado los asesinatos de 10 personas que se dedicaban al periodismo y de un trabajador de los medios, con una posible vinculación entre las actividades periodísticas de las víctimas y las agresiones sufridas. Estas cifras confirman que México se ubica dentro de los países más peligrosos del mundo para ejercer el periodismo.

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Rodolfo Montes, reportero independiente, ha sido uno de los comunicadores que han alzado la voz al respecto. El pasado 16 de febrero, Montes aprovechó su intervención en la conferencia de prensa matutina del presidente López Obrador para “no hacer preguntas” a manera de protesta por los asesinatos de compañeros suyos, incluyendo a Freddy López Arévalo. La protesta dio la vuelta al mundo.

Este miércoles, Montes narró con lágrimas y voz entrecortada cómo su hija tuvo que salir del país ante las amenazas de las que fue él fue víctima. En entrevista con Publimetro, el comunicador cuenta cómo el propio mecanismo de defensa a periodistas y defensores de derechos humanos ha sido omiso en su caso y ha tenido inconsistencias que incluso han provocado molestia entre los altos funcionarios de Seguridad del país.

La entrevista con Rodolfo Montes ocurrió en la tarde del miércoles 20 de julio, momentos después de que le fueron restituidos los escoltas del Mecanismo de protección a periodistas.

Rodolfo, buenas tardes, ¿llegaron los escoltas?

– Sí, son los escoltas de mi hija, me los restituyeron a regañadientes, pero lo hizo Irazoque [Enrique Irazoque Palazuelos, titular de la Unidad para la Defensa de los Derechos Humanos-Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de DDHH y Periodistas de la Secretaría de Gobernación] sin hablar conmigo, sin comunicarse conmigo. Solamente mandaron a otro joven diferente. La verdad han cometido muchos errores en el mecanismo en mi caso. Yo sé que en muchos otros casos más y ahora me tocó padecer esta situación de negligencias, son muy insensatos. Son muy indolentes.

¿Cómo te sientes, cómo fue la amenaza ? Dentro de lo que nos puedas contar, porque sabemos que hay investigaciones abiertas y muchos detalles no se pueden decir

– Te puedo decir que me siento cansado. Estoy agotado porque me robaron mi tranquilidad. Quiero saber quiénes son esos agresores, ¿quién está detrás de esto?, ¿por qué con saña?, ¿por qué me hablaron de esa manera? El número telefónico al que me hablaron no está mi nombre, está a nombre de otra persona.

Debe de ser necesariamente algún servidor público al que en algún momento yo le proporcione mi teléfono. ¿Por qué digo que un servidor público? Porque tengo en mi poder una carpeta de investigación que vincula un servidor público de la capital del país en actos de corrupción, en una cadena de complicidades y que -inclusive- un juez federal en materia penal ya requirió a ese servidor público (y a toda el área que está bajo su mando) para que den una explicación apegada a derecho sobre por qué se declaró el no ejercicio de la acción penal en una carpeta de investigación, que era contundentemente a favor de la víctima, una mujer sola. Al verla sola, pensaron que podrían hacer de las suyas y ese servidor público sabe que yo tengo en mi poder esa carpeta de investigación, sabe que me sé al dedillo los pormenores de todos los actos corruptos en que incurrieron él y sus subordinados, sus subordinadas. Yo no tengo duda que viene de ahí, por la manera en que me hablaron.

El día que me hablaron por teléfono fue muy violenta la llamada. Fue altisonante. Ellos me decían -un hombre, que ya se escuchaba de voz como de unos 40-50 años- y literalmente mencionó mi nombre y mis dos apellidos: “¡Rodolfo Montes Godínez, no necesitas decirme que eres tú!. Una mujer güera, en la Miguel Hidalgo, le puso precio a tu cabeza ¡Ya valiste verga!” y enseguida colgó.

Yo estaba en Cancún, Quintana Roo -como le hice saber al presidente- y estaba allá con todo el ánimo de alejar todo esto, porque días antes yo ya me había percatado que estaban halcones armados vigilándome, y que me estaban grabando, que me seguían.

Después de esa llamada, me vuelve a llamar inmediatamente y me dice: “Por cierto, qué bonita se ve [con mucho morbo], ¡Qué bonita se ve tu hija vestida!” y me describió la manera en que estaba vestida mi hija. Ella vive acá en la Ciudad de México y yo le marqué inmediatamente. Yo sentía que me estaba dando un infarto, incluso sentía que mi corazón se estaba parando y que no podía respirar.

Le hablé a mi hija y se me secó la boca cuando la vi vestida como me la describió el sujeto. Dije: “Esto no es normal”. Le pedí a mi niña que no saliera de la casa y ya luego le expliqué lo ocurrido.

Cuelgo con ella y vuelvo a recibir la llamada del mismo número telefónico con lada de aquí de la capital del país, y me dijo: “A ver señor Rodolfo Montes Godínez” y cambió la voz. La primera llamada fue violenta, la segunda fue morbosa y la tercera muy caballerosa.

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Me dijo su supuesto nombre y su apellido paterno y me dijo que él era el jefe de plaza aquí de la Ciudad de México del Cartel Jalisco Nueva Generación y que él tenía que cumplir su trabajo y que como quiera yo “ya estaba de salida”. O sea, ya daba por hecho que él me tenía que ejecutar.

En ese momento yo aproveché, porque donde vivía ahí en Cancún compartía con un compañero (el jefe de Información de la empresa para la que yo trabajaba hasta ese día) y le pedí que grabara con su celular. Él pensó que era una entrevista común y cuando empezó a escuchar todas las agresiones, pues también se apanicó.

Este sujeto me decía por el teléfono: “Mire mi amigo, yo ya llevo 29 días investigándolo. Yo llevo mucho tiempo trabajando, yo sé que usted es un hombre de bien, que ya es una persona adulta y como le digo para mí usted ya está, ya va de salida. Voy a cumplir con mi trabajo, pero si no quiere que nos metamos con su hija…” y dije “¿qué!”, y que me dice “Dígame cuánto me puede dar, yo sé que usted tiene capacidad económica...”.

Me cuesta mucho trabajo hacerme de recursos bien habidos. Tú sabes que como periodista ‘por cuenta propia’ -como le llama el presidente y Jesús Ramírez Cuevas- es muy complicado hoy en día.

En ese momento le dije que me sentía mal, porque realmente me sentía mal. Sentía horrible el brazo derecho, como de plomo, y dije ‘me está anunciando un infarto’. Yo le decía mucho “Perdóneme, perdóneme no me siento bien, no me siento bien” y le colgué.

Me volvió a marcar y me dijo: “A ver, a ver, a ver” como diciendo “a mí no me venga a chorear” y me dijo “¿Le he faltado al respeto? No. Usted es una buena persona, yo sé que se dedica a las publicaciones”, es decir, me dijo que yo era periodista.

Y me dijo “pero yo voy a cumplir con mi trabajo y si no quiere que después de usted me meta con su hija…”, o sea, estaba muy insistente el tipo con lo de mi hija. Le colgué, ya no quise escuchar más y me marcan de otro teléfono con lada en Chetumal y me empieza a marcar insistentemente. No le contesto, hago captura de pantalla e inmediatamente se la mando a Jesús Ramírez Cuevas, a Alejandro Encinas y a Rosa Icela Rodríguez con el mensaje “Ayúdenme, por favor”.

Yo apelé a la empatía de Rosa Icela como periodista. Ella y yo nos conocimos en los 90s, en la campaña del ingeniero Cárdenas en el 94. Ella estaba para La Jornada y yo para Reforma. Y le dije “Por favor, camarada. Como periodista te lo suplico, ayúdame” y de inmediato me llama Enrique Irazoque para decirme ‘No te preocupes, dame el teléfono de tu esposa, van escoltas para allá', cosa que sucedió hasta el sábado 9.

¿Qué hicieron las autoridades?

– Yo patino mucho en la Ciudad de México y en donde ando. Es uno de mis principales medios de transporte. Después de eso, me fui patinando al destacamento de la Guardia Nacional y me aposté afuera, hasta que llegó por mí el personal de resguardo Federal. Llegaron armados en una camioneta blanca y fuimos rápidamente a la casa donde yo recibí esa llamada.

Me ayudaron a sacar mis maletas, me llevaron a un hotel cerca del aeropuerto de Cancún, y ahí me escoltaron hasta el aeropuerto y me volaron a la Ciudad de México. Vine a ver a mi hija, a su mamá y después de ello me dijeron “Te tenemos que volar Rodolfo, no te puedes quedar aquí” y me decían muy insistentemente en el mecanismo “¿A dónde te quieres ir?”, yo les dije que en Guerrero, porque tengo parientes en Acapulco, pero para que no fuera tan evidente les dije que a Zihuatanejo.

Me compraron el boleto de avión y pregunté quién me iba a recibir, particularmente a César Uribe –que me lo puso Honorio Pérez, y Honorio Pérez me lo puso Enrique Irazoque–, porque así trabaja el mecanismo. Empiezan a delegar y empieza a jugar una suerte de teléfono descompuesto. Le tienes que repetir a todos y cada uno de los que te hablan lo que te sucedió.

Cuando llegué a la Ciudad de México me estaban esperando un par de escoltas, pero cuando me llevaron a Zihuatanejo no me recibió nadie. César Uribe me dijo “Discúlpame allá no tenemos personal, no tenemos cobertura”, como si fuera Telcel. Y me dijo “tú allá tú muévete”.

Llegué sin dinero prácticamente. Salí a la calle a vender mi ropa para poder comer y compré cosas enlatadas. Yo desconocía que el Mecanismo te da manutención cuando te hace una extracción de esa naturaleza y César Uribe no me dijo nada. Cuando le reclamé, me cambió la conversación.

Una semana después me contactaron CPJ (Comité para la Protección de los Periodistas) y Artículo 19. Un periodista que logró el asilo fuera del país me dijo “Muévete ‘Negro’, si no te van a matar. Es lo mismo que pasó conmigo y van a fingir que es una extorsión”.

Con el apoyo de CPJ y de Artículo 19 decidí demandar. Cuando se enteraron del mecanismo que ellos iban a coadyuvar, se rompió toda comunicación. Fueron muy groseros, muy cortantes.

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Pedí que me trajeran a la Ciudad de México a denunciar y me dijeron “No te puedes quedar ahí, porque corre peligro tu vida”. Cuando pedí escoltas en la Ciudad de México, me dijeron que no había disponibles.

El CPJ me apoyó con el mecanismo de la Ciudad de México, donde me atendió William Hernández y me pusieron dos escoltas motorizados, que son policías de la Ciudad de México. Escoltaron el vehículo hasta la Fiscalía General de la República para levantar la denuncia y decidí ir a la mañanera cuando ya hubiera sacado a mi hija del país. Hoy se fue a las 2 de la mañana y sucedió lo que vieron en la mañana.

Después hablé con Ricardo Mejía y sin darle ninguno de los números de los que me llamaron, me dijo “Fue una extorsión, viene de prisión la llamada” y le respondí “Discúlpeme licenciado, pero yo no le he dado ningún teléfono. Se está confundiendo” y le dije que gente de ellos, el licenciado Bolaños, Director de Área de inteligencia, ubicó cerca de mi domicilio uno de los teléfonos de los que me llamaron, porque puso una alerta a uno de esos dos celulares. Él me dijo “Señor, es un sicario”.

Me da la impresión de que Ricardo Mejía quiere decir mañana [jueves] que se trató de una simple extorsión para desinflar mi caso.

Ahí están los nombres de los funcionarios, los voy a señalar porque han sido omisos e inhumanos. Han sido muy insensibles y ahora que el presidente les dio la orden me volvieron a contactar, después de tres días.

Es un trato que no se merece ninguna persona. Ellos me trataron mal. César Uribe nunca me dijo que había manutención, cuando era su obligación. Honorio Pérez me dijo que no había escoltas disponibles. ¿Cómo me dicen ‘no te puedes quedar mucho tiempo en la Ciudad de México porque tu vida peligra’ y decirme que no hay escoltas disponibles?

Han actuado mal, hay dolo en su comportamiento. Sé que están dando información falsa, por ejemplo, a Alejandro Encinas sé que le dijeron “Él no quiso escoltas, nada más pidió para su hija”. Es una mentira, porque todo el tiempo les dije “mándenme gente armada. Me van a matar”.

Tú has sido solidario con muchos casos de compañeros que han sido agredidos. ¿Qué cambio hay ahora que estás justo del otro lado?

– Los casos de cada uno de los periodistas y, por supuesto de manera muy particular, de compañeras y compañeros a los que ya les han arrebatado la vida, los he vivido en carne propia. Me duele mucho lo que está pasando el gremio, lo que estamos atravesando es una emergencia nacional.

Yo no dudo en la palabra del presidente. Mira si el Presidente no hubiera dicho “No te van a quitar los escoltas”, ahorita no estuvieran aquí. De hecho, ya los habían retirado, ya me habían dejado a mi libre.

La secretaria de Seguridad Pública se sorprendió. Me dijo “Rodolfo, ¿Te dijeron eso de que no había escoltas disponibles?” y le respondí: “De verdad” y le enseñé una captura de pantalla de los funcionarios del mecanismo diciéndome eso y la noté molesta. Se molestó cuando vio eso, como diciendo ‘no es posible’.

Yo agradezco el gesto del gremio, porque –apenas terminó la conferencia y terminé de hablar con los funcionarios— , la mayoría me estaban arropando, hicieron un círculo y me preguntaron cosas. Agradezco infinitamente eso.

Yo sé que mañana voy a dejar de ser noticia. Yo no estoy apostando a ser noticia, no me gusta llamar la atención. Solamente estoy haciendo mi trabajo y de alguna manera, desde que mataron a mi compañero, amigo y camarada, Freddy López Arévalo el 28 de octubre del año pasado en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, pues se me erigió de manera automática como una cabeza visible de la defensa del gremio periodístico y yo no lo pedí. Yo no lo buscaba, no era mi fin. Yo no lo hice pensando en eso, sino en decir “Ya basta, ya estuvo. Ya no puede ser así”. Es una emergencia nacional la que está padeciendo el gremio periodístico.

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