Cuando el 21er título de Grand Slam era suyo, cuando la final del Abierto de Australia acabó tras 5 horas y 24 minutos de alternativas cambiantes, cuando revirtió un déficit de dos sets abajo, Rafael Nadal soltó su raqueta, se cubrió el rostro con sus dedos cubiertos con cintas, meneó la cabeza y sonrió.
“Inolvidable». Así describió el español su victoria por 2-6, 6-7 (5), 6-4, 6-4, 7-5 ante Daniil Medvedev, un resultado que parecía inalcanzable cuando Nadal afrontó tres bolas de quiebre al promediar el tercer set.
Tocándose el pecho con su mano derecha, Nadal añadió: «Ha sido uno de los partidos más emocionantes de mi carrera”.
Este fue un desenlace, en diversas forma, ideal para Nadal para ponerse en una categoría aparte, por el momento, de Roger Federer y Novak Djokovic. Estuvo medio año sin jugar por una lesión en el pie izquierdo, llenándose de dudas sobre su salud y nivel. Coronó su vuelta remontando un déficit de dos sets en un partido que comenzó la noche del domingo y acabó en las primeras horas del lunes, haciendo despliegue de sus martillazos con la raqueta y una fe indomable.
El último hombre que había ganado una final del Abierto de Australia tras ceder los primeros sets fue Roy Emerson, hace 57 años.
“Increíble”, resumió Medvedev.
El español de 35 años es el primer integrante del club de los “Tres Grandes” y, desde luego, el primer hombre en la historia del tenis que rebasa la barrera de los 20 campeonatos. Sus rivales pudieron alcanzarlo antes: Federer perdió ante Djokovic en la final de Wimbledon de 2019; Djokovic cayó ante Medvedev en la final del US Open de 2021.
Nadal ha quedado por encima de los dos.
Se trata de la primera vez que supera en cetros de Grand Slam a Federer, quien tiene 40 años y se ausentó del Abierto de Australia al recuperarse de otra cirugía en la rodilla.
Djokovic, el número uno del mundo con 34 años, también se perdió el torneo de Grand Slam en el que ha acumulado una cifra récord de nueve títulos; no se vacunó contra el COVID-19 y fue deportado tras una saga legal de 11 días que empezó cuando su visa fue cancelada al desembarcar en Australia.
Cuando el certamen empezó hace dos semanas, nadie apostaba por un Nadal llegando muy lejos, y mucho menos alzar la copa de campeón.
Nadal era uno de esos escépticos. Se entusiasmaba con el mero hecho de pisar una cancha tras disputar apenas dos partidos durante la última mitad de la pasada temporada debido a los dolores en el pie.
Estuvo varios meses sin entrenar. No tenía idea alguna sobre cómo le saldrían las cosas en el Melbourne Park, si sus golpes responderían a la exigencia de partidos al mejor de cinco sets.
Y entonces, una vez en la final, Nadal se topó contra un rival mucho más joven (25) y mejor ubicado en el ranking (2), alguien que hace unos cuantos meses atrás ganó un título de Grand Slam y que el año pasado alcanzó la final en Australia, perdiendo ante Djokovic.
Este triunfo se produce 13 años después luego de la otra consagración del Abierto de Australia y haber quedado subcampeón en 2012 (contra Djokovic), 2014 (Stan Wawrinka), 2017 (Federer) y 2019 (Djokovic).
Nadal tuvo presente todos esas ocasiones en las que se quedó corto en la arena Rod Laver.
“Me estuve repitiendo durante todo el partido: ‘he perdido muchas veces aquí teniendo oportunidades, a veces con un poco de mala suerte’”, contó Nadal. “Nada más quería mantener la fe hasta el final, darme una oportunidad. Fue lo que hice. Luchar, tratar de encontrar una solución”.