Su falta de experiencia suele aportar poco al combate y a su regreso al país de origen plantean todo un desafío
MADRID, 7 (EUROPA PRESS)
Más de 20.000 extranjeros se han ofrecido ya a sumarse a la Legión de Defensa Territorial que Ucrania puso en marcha apenas tres días después del inicio de la invasión rusa del país. El Gobierno ucraniano busca engrosar sus filas para hacer frente al desafío militar planteado por Vladimir Putin, pero los riesgos que esto puede conllevar a futuro no deben menospreciarse, según expertos.
El Gobierno ucraniano ha lanzado este fin de semana incluso una página web en la que se dan todas las instrucciones pertinentes a quienes quieran sumarse a Ucrania en su «lucha por la paz y la democracia en Europa» y se anima a unirse a quienes tengan «experiencia de combate o quieran ganarla junto a los valientes defensores ucranianos».
La principal recomendación que se hace es que se pongan en contacto con la Embajada de Ucrania en sus respectivos países, la cual se encargará de tramitar la documentación y la solicitud. Será también la Embajada la que les brinde las instrucciones sobre cómo viajar hasta Ucrania y el punto en el que serán recogidos. Además, se aconseja a los elegidos que lleven su propio material, como cascos y chalecos antibala, si disponen de ello.
En realidad, no es la primera vez que Ucrania recibe a combatientes extranjeros para luchar en su territorio. Desde el estallido en 2014 del conflicto en el Donbás, en el este del país, entre los separatistas de Donetsk y Lugansk apoyados por Rusia y el Gobierno ucraniano se estima que unos 17.000 combatientes de hasta 55 países han acudido a luchar junto a uno y otro bando, unos 15.000 de ellos procedentes de Rusia.
LOS CASOS DE AFGANISTÁN E IRAK Y SIRIA
El llamamiento hecho ahora por el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, también está atrayendo ya a miles de jóvenes de todo el mundo y hace temer que Ucrania pueda convertirse en un imán para los combatientes extranjeros como lo fueron a partir de 2014 Siria e Irak y en su día Afganistán tras la invasión soviética.
En este último caso, el país asiático se convirtió en el caldo de cultivo de lo que luego sería Al Qaeda y por él pasaron algunos de los terroristas yihadistas más destacados de las siguientes décadas, entre ellos el propio Usama bin Laden. Siria e Irak también atrajeron sobre todo a yihadistas, aunque también hubo occidentales que fueron a luchar contra las fuerzas que combatían a Estado Islámico, como los kurdos.
Por lo que se refiere a Ucrania, entre quienes han venido acudiendo a combatir del lado ucraniano ha habido en gran medida extremistas de ultraderecha y supremacistas blancos. Con esta Legión, «Ucrania podría estar de nuevo abriendo la puerta a extremistas o individuos radicalizados para que viajen al país, se entrenen, se curtan en el combate y amplíen sus redes», advierte Elisabeth Goselin-Malo, experta del ‘think-tank’ italiano ISPI.
PROBLEMA DEL DÍA DESPUÉS
Esto plantea tanto un problema para Ucrania, que tendrá complicado poder controlarles una vez acabe el conflicto, lo que «podría llevar a un potencial aumento de la actividad extremista en el país», como para sus países de origen, ya que regresarán «con mayor influencia no solo para reclutar y radicalizar a otros, sino con mayores capacidades para recurrir a la violencia», previene esta experta.
No obstante, pone de relieve la voluntad del Gobierno ucraniano de tener mayor control de la Legión Extranjera, lo que podría impedir que estos combatientes fueran reclutados por grupos de extrema derecha que ya operan en el país, como el Batallón Azov, dependiente de la Guardia Nacional y del Ministerio del Interior y que opera en la ciudad de Mariúpol, una de las más asediadas actualmente por las tropas rusas.
En muchos casos, el entusiasmo de los combatientes extranjeros no se equipara con su entrenamiento y su armamento. «Están dispuestos a combatir y, en el caso de los yihadistas, al martirio pero en general añaden poco al poder de combate, especialmente en casos como Afganistán en los años 1980 y Ucrania hoy, donde hay suficiente mano de obra», destaca Daniel L. Byman en un artículo para Brookings.
«La mayoría termina como carne de cañón», añade este experto, si bien en algunos casos estos combatientes sí que están cualificados, ya que son veteranos de las fuerzas especiales de países como Estados Unidos o Reino Unido, y por tanto «pueden ser más útiles».
Los combatientes extranjeros (los conocidos como ‘foreign fighters’) suelen terminar adquiriendo la experiencia tras su llegada, de ahí el que en general sean de más utilidad en casos de insurgencia, como parece que habrá en Ucrania. «En conflictos de guerrilla, la dedicación de los extranjeros es vital y su menor potencia de fuego es menos una desventaja», resalta Byman.
En todo caso, el primer desafío al que se enfrentarán estos voluntarios será el del idioma, ya que cabe esperar que pocos hablen ucraniano, lo que complica la comunicación y con ello los problemas a la hora de operar.
AUMENTO DE LA VIOLENCIA CONTRA LOS CIVILES
Además, según resalta Byman, se ha constatado que la participación de combatientes extranjeros suele provocar un aumento de la violencia de los civiles. Esto se explica, incide, porque «carecen de familiares y amigos en la comunidad en contraste con los nacionales del país anfitrión» por lo que «pueden cometer atrocidades sin temor a represalias contra sus seres queridos».
Esta mayor propensión de los combatientes extranjeros a cometer atrocidades daría además nueva munición a Rusia en su campaña de propaganda en este conflicto, en particular en caso de tratarse de grupos de extrema derecha o supremacistas, ya que Putin ha esgrimido como principal argumento para su «operación especial» que quiere «desnazificar» Ucrania.
Por eso, según este experto, lo mejor que puede hacer Ucrania es controlarlos desde el principio. «Si los combatientes extranjeros van por su cuenta, puede que luchen valientemente pero a largo plazo podría volverse en contra», advierte.
«La zona de conflicto podría llevar a extranjeros idealistas a dejarse adoctrinar con ideologías más radicales: van para enfrentarse a un enemigo pero se mezclan con otros radicales y se vuelven más radicales y más interconectados», subraya.
VACÍO LEGAL
Además, como señala Gosselin-Malo, la cuestión de la participación de combatientes extranjeros plantea un dilema sobre la legalidad de este gesto. «Los Estados han expresado un amplio abanico de posturas diferentes, con algunos que ofrecen directrices claras y estrictas y otros más vagos sobre su opinión respecto a que sus ciudadanos se sumen a los esfuerzos bélicos», explica.
Al margen de qué hacer con estos combatientes a su regreso al país de origen, para estos se plantea también el problema de que sus nacionales puedan ser tomados como prisioneros de guerra por Rusia durante el conflicto.