Balanceándose en trapecios, haciendo malabarismos con anillos o piruetas en telas de seda, jóvenes ucranianos amantes del circo que dejaron su país por la invasión rusa practican ahora su oficio en Hungría.
Unos 100 ucranianos que estudiaban para trabajar en circos, de los cinco a los 20 años de edad, lograron salir de Járkiv y Kiev en medio de los bombardeos rusos, acompañados por adultos.
Devotos del circo de la vecina Hungría les tendieron una mano, ayudándolos a instalarse y permitiéndoles entrenarse en Budapest.
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“No lo soporto cuando no puedo entrenarme. Mi única ilusión es trabajar en el circo”, dijo Ira Maiboroda, un acróbata de 16 años de Járkiv que llegó a Hungría hace más de dos semanas. “En Járkiv, soñaba con trabajar en circos de toda Europa. Ahora estoy aquí y lo disfruto mucho”.
Luego de la invasión rusa, el Capital Circus de Budapest y una escuela de acróbatas facilitaron la llegada de los estudiantes ucranianos, a quienes ofrecen alojamiento y comida.
Gabor Kovacs, director de la Escuela de Acróbatas Baross Imre de Budapest, que colabora en la iniciativa, dijo que, al margen de satisfacer sus necesidades básicas, es importante que los jóvenes se sigan entrenando.
“Estimamos que el trabajo creativo y la continuación de sus estudios pueden ayudar mucho a hacer más llevadera su vida” en el exilio, manifestó Kovacs mientras observaba un grupo de acróbatas haciendo volteretas en el aire en una pista circular.
En esta instalación cercana a la sede de la municipalidad de Budapest, bailarines, acróbatas, malabaristas y contorsionistas hacían estiramientos y calentamiento.
Ann Lisitska, una niña de 13 años de Járkiv, contó que al principio estaba destrozada por haber tenido que irse de su país, interrumpiendo sus estudios, pero que el cálido recibimiento que le dio la comunidad circense de Hungría la ayuda a superar el trauma.
“No tenía idea de cómo serían las cosas aquí. Cuando me fui, estaba muy apesadumbrada. Atrás quedaron un estudio en mi casa y algunos de mis familiares”, relató. “No esperaba ser recibida tan bien, que todo fuese tan lindo”.
Los actos del circo exigen mucho en la parte física y a veces involucran maniobras peligrosas a grandes alturas.
Según Kovacs, el director de la escuela, perder unos pocos días de entrenamiento puede afectar seriamente el desempeño de los trabajadores del circo.
“Una semana o dos sin entrenarse puede equivaler a seis meses sin jugar de cualquier deportista profesional”, expresó. “Tenemos que tratar de darles la posibilidad de que practiquen a diario, para que estos chicos con talento artístico puedan seguir creciendo en el oficio”.
El Capital Circus de Budapest organizó dos presentaciones esta semana para recaudar fondos para comprar equipo para los ucranianos, indicó Kovacs.
“El circo siempre reúne gente de distintos países que crean un espectáculo”, declaró Kovacs. “En ese sentido, el circo siempre ha sido una expresión artística de la solidaridad”.