LEÓPOLIS, Ucrania (AP) — Como muchos residentes en la sitiada ciudad ucraniana de Chernígov, el profesor de lingüística Ihar Kazmerchak pasa las noches en un refugio antibioimbas y empieza el día haciendo fila para conseguir la poca agua potable que distribuyen las autoridades.
Rodeada por las fuerzas rusas y sometida a bombardeos constantes, esta ciudad norteña conocida por sus monasterios eclécticos no tiene electricidad, calefacción ni agua corriente. Las listas de medicamentos no disponibles en las farmacias crecen cada día.
“En los sótanos, por la noche, todo el mundo habla de una cosa: que Chernígov se convierta en la próxima Mariúpol”, apuntó Kazmerchak, de 38 años, refiriéndose a la ciudad portuaria del sur, que está a 845 kilómetros (525 millas) y ha sido escenario de algunas de las escenas más devastadoras desde el inicio de la invasión rusa.
El temor no es infundado. Las bombas rusas destruyeron el principal puente de Chernígov sobre el río Desná, en la carretera que lleva a Kiev, el miércoles. El viernes, los proyectiles de artillería dejaron intransitable el resto del paso peatonal, cortando la última ruta posible para la salida de civiles y la entrada de alimentos y suministros médicos.
Tras poco más de un mes, la ofensiva rusa se ha convertido en una guerra de desgaste en la que su ejército trata de someter a ciudades como Chernígov. Los ataques a hospitales y a otros lugares no militares — como el teatro de Mariúpol donde, según las autoridades ucranianas, un ataque aéreo de Moscú habría matado la semana pasada a alrededor de 300 personas — han derivado en acusaciones de crímenes de guerra.
Los interrogantes sobre la dirección que está tomando la ofensiva rusa afloraron el viernes cuando un alto cargo militar de Moscú afirmó que la primera fase de la operación — reducir la capacidad de combate ucraniana — se había “cumplido en términos generales”. El coronel general Serguei Rudskoi, subjefe del Estado Mayor ruso, dijo que sus fuerzas se centrarán ahora en su “objetivo principal: la liberación del Donbás”.
Donbás es una región del este de Ucrania donde la mayoría de la población habla ruso y los separatistas respaldados por el Kremlin combaten contra las fuerzas estatales desde 2014. Muchos residentes querrían tener una relación más estrecha con Moscú. Mariúpol está allí, aunque lejos de los dos territorios controlados por los rebeldes.
Según funcionarios estadounidenses, las tropas rusas parecen haber suspendido por ahora su ofensiva terrestre para tomar la capital, Kiev, y se concentraban en controlar el Donbás, en el sureste del país.
Pero funcionarios de defensa británicos reportaron el sábado que el ejército ruso mantiene el asedio sobre varias de las ciudades más importantes de Ucrania, incluyendo Chernígov, que está a 146 kilómetros (91 millas) de Kiev.
“Es probable que Rusia siga empleando su armamento pesado sobre zonas urbanas para tratar de limitar sus considerables bajas a costa de causar más víctimas civiles», apuntó el Ministerio de Defensa británico en su último reporte de inteligencia sobre el conflicto.
Por su parte, durante una intervención por videoconferencia en el Foro de Doha, en Qatar, el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelenskyy, comparó el sábado la destrucción de Mariúpol con la causada por las fuerzas de Damasco y Moscú en Aleppo durante la guerra siria.
“Están destruyendo nuestros puertos”, afirmó Zelenskyy. “La ausencia de exportaciones de Ucrania será un revés para países en todo el mundo”.
El mandatario pidió que se aumenten las exportaciones energéticas que los países europeos tengan una alternativa al petróleo y el gas rusos.
“El futuro de Europa depende de sus esfuerzos”, añadió.
En Kiev, las cenizas de los fallecidos se acumulaban en su principal crematorio porque muchos de los familiares se han ido y nadie reclama las urnas. Para los civiles que decidieron quedarse o no pudieron unirse al éxodo de refugiados por los constantes ataques, la miseria es cada vez mayor.
Las fuerzas rusas que ocuparon a principios de semana Yasnohorodka, una localidad a unos 50 kms (30 millas) al oeste de la capital, parecían haber sido expulsadas por la contraofensiva ucraniana. Las casas de la calle principal están en ruinas y la torre de la iglesia quedó dañada.
“Pueden ver por ustedes mismos lo que ha ocurrido aquí. Aquí murió gente. Nuestros soldados murieron aquí», dijo un residente, Valeriy Puzakov.
Los hospitales de Chernígov ya no operan y los residentes cocinan en hogueras en la calle porque no hay electricidad.
El alcalde de la ciudad, Vladyslav Atroshenko, señaló que más de la mitad de sus 280.000 residentes huyeron ante los incesantes ataques.
Las fuerzas rusas “están destruyendo deliberadamente infraestructuras civiles: escuelas, jardines de infantes, iglesias, edificios residenciales e incluso el estadio de fútbol”, manifestó en declaraciones a la televisión ucraniana.
Ha sido imposible contar el número de fallecidos, pero Atroshenko estima que serían “unos cientos”.
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Andrea Rosa en Járkiv, Ucrania; Nebi Qena en Kiev; Robert Burns en Washington; Lujain Jo en Doha, Qatar, y periodistas de The Associated Press en todo el mundo contribuyeron a este despacho.