El director del Ministerio de Salud de Shanghái, Wu Jinglei, ha anunciado este domingo el comienzo en los próximos días de una nueva ronda masiva de pruebas (la décima desde principios de mes) para seguir atajando las cadenas de transmisión del coronavirus.
La ciudad quedó completamente paralizada el 5 de abril, tras el fracaso de la cuarentena en dos fases a ambos lados del río Huangpu, Pudong y Puxi, en un cierre que ha provocado una grave escasez de alimentos y otros suministros esenciales, como han reconocido las propias autoridades chinas, sorprendidas por la agresividad de los contagios.
Sin embargo, y tras dos semanas de confinamiento total, las principales empresas de la ciudad han comenzado a definir sus planes de reactivación ante el enorme impacto económico que representa el confinamiento.
Estos planes serán presentados en los próximos días — en particular por empresas automovilísticas, biotecnológicas y especializadas en semiconductores — para que reciban el visto bueno, según ha hecho saber este pasado sábado por la noche la Comisión de Economía y Tecnología de la Información de Shanghái.
El cierre de la ciudad, según el profesor de Economía de la Universidad China de Hong Kong, Michael Song, podría reducir el PIB mensual del país en un 2.5 a 3% en abril, de acuerdo con sus estimaciones al ‘South China Morning Post’.
El mayor brote que afecta al mundo
Desde que la variante ómicron aterrizase en China, los casos se han extendido como la pólvora. Durante esta nueva ola de contagios en Shanghái, se han llegado a superar los 20 mil positivos diarios, según los resultados obtenidos durante la campaña masiva de pruebas del coronavirus. Como Yuan, miles de personas contagiadas han sido enviadas a estos centros de confinamiento que, en total, suman ya más de 90 mil camas disponibles. El más grande es un centro de exposiciones reconvertido en un recinto donde se han habilitado camas para cerca de 50 mil personas.
Acabar en un centro de aislamiento resulta confuso para los propios chinos, pero cuando se trata de un extranjero que no conoce el idioma, la situación se complica todavía más por problemas en la comunicación. En los últimos días, Alex, un músico italiano, se ha hecho viral por contar su periplo en una de estas instalaciones masivas. Tras dar positivo y después de que su urbanización rechazase que se quedase en su casa, fue enviado a uno de los centros. Desde allí, a través de sus redes sociales, relata cómo, a falta de duchas, cada día le toca lavarse con una palangana de agua fría y enjuagarse el pelo en el grifo de los lavabos. Las condiciones sanitarias en estos lugares de confinamiento son, para muchos, más preocupantes que el propio virus. El riesgo a volver a infectarse o acabar enfermo de otra cosa no es pequeño. También muchos se preguntan por qué no pueden pasar la enfermedad confinados en su casa, si el 96% de los casos registrados son asintomáticos.
El problemático ‘covid cero’
Con la estrategia de ‘covid cero’, China parecía haber logrado salir victoriosa en la batalla contra el coronavirus como ningún otro país. Sus sistemas de rastreo, cuarentenas preventivas y pruebas masivas habían permitido al gigante asiático vivir más de dos años en una burbuja libre del coronavirus. Ahora esa estrategia se tambalea y podría volverse incluso en su contra. Los casos de la variante ómicron, más contagiosa, pero a la vez más leve, han llevado a las autoridades de Shanghái a paralizar la ciudad. Una decisión con un gran impacto económico no solo para las empresas, sino también para sus ciudadanos. Los miles de casos positivos que van surgiendo a diario son enviados a centros de confinamiento que cada día que pasa se van abarrotando más. Aunque el 96% de los casos son asintomáticos y solo se ha registrado uno crítico, el portavoz del ministro de Exteriores, Zhao Lijian, ha confirmado que la estrategia no va a cambiar. A pesar de que muchos lo consideran una decisión más política que sanitaria, las autoridades defienden que este es el camino a seguir en un país con una población de mil 400 millones de habitantes para evitar un colapso de su sistema de salud.
“En mi colonia, en la que viven tres mil vecinos, calculo que si seguimos dando positivo cada semana, no saldremos hasta dentro de 50 años”, dice con una nota de humor un ‘post’ publicado en un grupo de vecinos justo después de que las autoridades hayan dividido la ciudad en tres zonas. La nueva distribución ha dado lugar a numerosos ‘memes’ que comparan la estrategia a ‘El juego del calamar’, dada la dificultad para salir del encierro. Las tres áreas en que ahora se divide la ciudad —confinada, controlada y cautelar— dependen del número de casos positivos registrados. Los más afortunados, los que viven en la cautelar y que suman cerca de cuatro millones, ya han podido salir en libertad después de cero casos registrados en las últimas dos semanas.
Para el resto de zonas, la confinada y la de control, todavía sigue siendo un misterio cuándo se levantará el confinamiento, ya que continúan surgiendo nuevos casos positivos casi a diario. Ahora, la paranoia recae en los paquetes de comida u otros productos de primera necesidad que llegan a las urbanizaciones como nueva fuente de infección. Aunque todo se desinfecta con extremo cuidado, los casos siguen aumentando. Ante tanta incertidumbre y la frustración de ver los días pasar sin saber hasta cuándo durará el confinamiento, ya han comenzado a surgir grupos ‘online’ de expatriados para organizar su vuelta a sus países de origen, muy probablemente sin retorno. Con sus fronteras prácticamente blindadas y con un éxodo de gente que se marcha, China está dejando de ser un país para extranjeros.