BEIJING (AP) —
Beijing, la capital de China, hacía el martes pruebas masivas y cerró el acceso a varios vecindarios en un intento de contener un nuevo brote de COVID-19.
El anuncio de la campaña de pruebas provocó compras de pánico el lunes en la ciudad de 21 millones de habitantes, aunque la situación parecía tranquila el martes. El transporte público mantenía en su mayor parte los horarios habituales y las calles se veían llenas de gente que iba a trabajar.
El temor a una cuarentena total se ha avivado por la situación en el centro sureño de negocios de Shanghái, donde se empieza a permitir el movimiento de sus 25 millones de personas de forma gradual tras tres semanas de confinamiento.
La ciudad de Anyang, en el centro de China, y Dandong, en la frontera con Corea del Norte, se convirtieron en las últimas en comenzar cuarentenas ante la expansión de la variante ómicron del coronavirus.
Shanghái ha sufrido bajo las estrictas condiciones de cuarentena, que han forzado a la población a hacer compras en grupo para conseguir comida en sus domicilios. Las mercancías se acumulan en el puerto de Shanghái, lo que afecta a los suministros y a la producción fabril y lastra el crecimiento económico.
Beijing confinó a los residentes de una zona de unos 2 por 3 kilómetros (una milla por dos), a los que dijo que trabajaran desde casa y permanecieran en sus complejos residenciales. No era una cuarentena total, aunque se ordenó el cierre de estadios, recintos deportivos, cines, karaokes y otros establecimientos de ocio.
En otros lugares, la ciudad cerró algunos o todos los edificios de cinco recintos residenciales, que se sumaban a otros precintados en los dos días anteriores. Beijing ha confirmado 80 casos en la nueva ola de contagios, mientras que Shanghái ha identificado más de 300.000 y 190 muertes.