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Biogas ayuda a combatir dependencia europea de gas ruso

Agricultores franceses ultiman los detalles para la puesta en funcionamiento de una planta que producirá biogas a partir de cultivos y desechos orgánicos en Sonchamp, al sur de París, el 3 de mayo del 2022. (AP Photo/Thibault Camus) (Thibault Camus/AP)

SONCHAMP, Francia (AP) — En tierras al sudoeste de París, los campesinos se suman a los esfuerzos de Europa por combatir su dependencia del gas ruso.

Pronto pondrán a funcionar una nueva instalación donde ciertas cosechas y desechos agrícolas son molidos y fermentados para “biogases”, que asoman como una de las alternativas que podrían ayudar a suspender las importaciones de combustibles fósiles rusos que financian la ocupación de Ucrania.

Pequeñas plantas rurales que generan electricidad para cientos o miles de casas no van a sustituir las enormes importaciones de gas ruso que abastecen la economía, las fábricas, los negocios y las casas.

Y hay quienes dicen que, en lugar de producir gas, los campesinos deberían enfocarse en producir alimentos, cuyo precio ha aumentado enormemente por la guerra de Ucrania, que es uno de los graneros del mundo, junto con Rusia.

El biogas, no obstante, bien puede ayudar a reducir la dependencia de Europa del gas ruso.

La Asociación Europea de Biogas dice que la Unión Europea podría aumentar rápidamente su producción de gas biometano, que puede circular por las tuberías de gas natural. Una inversión de 83.000 millones de euros (87.500 millones de dólares), que a los precios actuales representa menos de lo que las 27 naciones de la UE pagan anualmente a Rusia por su gas natural, podría multiplicar por diez la producción de gas biometano para el 2030 y reemplazar una quinta parte del gas importado de Rusia el año pasado, según esa agrupación.

Los agricultores de Sonchamp están convencidos de que su planta de biogas aportará un granito de arena a la campaña para reducir la dependencia del gas ruso.

“No es coherente seguir comprando gas a esa gente que libra una guerra contra nuestros amigos”, expresó Christophe Robin, uno de los seis inversionistas en la planta, que cultiva trigo, remolacha, semilla de canola y cría gallinas.

“Si queremos una energía verde y evitar el gas ruso y los pagos a Rusia, no tenemos muchas opciones. Hay que buscar soluciones alternativas”.

El biogas es producto de la fermentación de materias orgánicas, generalmente cultivos y desechos. Robin compara el proceso con lo que sucede cuando se guarda una comida demasiado tiempo.

“Abres el contenedor y ‘puf’. Solo que aquí no lo abrimos. Almacenamos el gas producido por la fermentación”.

El gas de esta planta puede abastecer unas 2.000 viviendas. Será purificado y convertido en gas biometano, para luego ser transportado por cañerías a la vecina localidad de Rambouillet, donde abastecerá un hospital, una piscina y viviendas.

“Es algo interesante”, dijo Robin. “Los chicos se beneficiarán de un gas local”.

Igual que sucede en el resto de Europa, por ahora la producción de biogases en Francia es pequeña. Pero está en plena alza. Todas las semanas comienzan a funcionar un promedio de tres plantas de biometano. A fines del 2017 había solo 44 plantas de este tipo y el año pasado había 365. El volumen de gas que producen se casi duplicó en el 2021 comparado con el año previo, y suministró electricidad a 362.000 viviendas.

El gobierno francés tomó varias medidas para acelerar la producción de biometano desde que Rusia invadió Ucrania el 24 de febrero del 2022. El sector dice que suministró el 1% de las necesidades energéticas de Francia en el 2021 y que aportará el 2% este año. Para el 2030, podría generar el 20% del consumo de gas de Francia, que es más que lo que el país importó de Rusia el año pasado.

Los agricultores de Sonchamp sacaron préstamos por valor de 5 millones de euros (5,3 millones de dólares) y recibieron un subsidio de un millón de euros del gobierno para construir su planta, de acuerdo con Robin. Firmaron un contrato a 15 años con la empresa energética Engie, con un precio fijo por su gas. Esto limitará su capacidad de generar ganancias aprovechando los altos precios del gas, pero les garantiza un ingreso estable.

“No nos vamos a hacer multimillonarios”, dijo Robin.

La planta está casi lista para ser conectada a las tuberías.

Hay montañas de desechos agrícolas listos para ser volcados en los tanques de fermentación.

Una cebada cultivada especialmente para producir gas representa el 80% de las 30 toneladas de material orgánico a ser vertidas diariamente en la planta. Robin asegura que la cebada no interferirá con el cultivo de otras cosechas, como temen algunos. En lugar de una cosecha por año, ahora tendrán tres en dos años, las dos de siempre y la de cebada en el medio, dijo Robin.

En Alemania, el principal productor de biogas de Europa, el gobierno está reduciendo los cultivos para generar combustibles. El porcentaje de maíz que se podrá usar para el biogas bajará del 40% al 30% en el 2026. Se ofrecerán incentivos económicos para que se usen desechos como estiércol y paja.

Se calcula que Alemania tiene unas 9.500 plantas, generalmente pequeñas, que abastecen las necesidades de electricidad y calefacción de comunidades específicas.

Andrea Horbelt, vocera de la asociación alemana de biogas, dice que la producción de biometano podría duplicarse en pocos años, pero que no sería barato.

“Usar biogas para generar electricidad es más caro que la energía solar y eólica, y siempre lo será”, expresó.

La producción de gas genera también desechos ricos en nitrógeno y potasio, que sirven para fertilizar las tierras y reducir el consumo de fertilizantes industriales.

“Es una economía circular, verde. Eso me complace mucho”, dijo Robin. “Es una gran aventura”.

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Jordans informó desde Berlín.

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