MADRID, 18 (EUROPA PRESS)
El éxito electoral de Demócratas Suecos, la formación ultraderechista que se ha convertido en el segundo partido con más apoyo en Suecia, precede al reto definitivo de los conservadores radicales en Italia, donde parten con claras opciones de hacerse con el poder de la mano de Giorgia Meloni.
Los Demócratas Suecos obtuvieron en las elecciones del pasado domingo más del 20 por ciento de los votos, un resultado sin precedentes para una formación que ha pasado de ser residual a tener un poder decisivo en las negociaciones postelectorales, en las que los partidos conservadores intentarán cerrar un acuerdo para expulsar del poder a los socialdemócratas.
El recorrido histórico de Demócratas Suecos se asemeja en gran medida al de otros partidos radicales europeos. Su líder, Jimmie Akesson, ha modulado el discurso para dejar atrás posiciones controvertidas como la salida de la Unión Europea y centrarse en cambio en políticas 'a priori' más populares como los límites a la inmigración.
No en vano, la inmigración, convertida en un debate de primer nivel en Europa a raíz de la crisis de 2015, ha aupado también a los partidos ultraderechistas en otros países nórdicos como Dinamarca (Partido Popular Danés), Noruega (Partido del Progreso) y Finlandia (Partido de los Finlandeses, antes Verdaderos Finlandeses).
En Italia, Meloni ha tratado de enterrar sus palabras empáticas hacia la dictadura de Benito Mussolini y se ha esforzado por dejar claro que, si gobierna, no buscará la salida de la UE ni del euro. Como potenciales socios tiene a la Liga de Matteo Salvini, que intenta enmascarar sus alabanzas públicas a la Rusia de Vladimir Putin, y a un Silvio Berlusconi convertido ahora en actor secundario.
Esta alianza a tres bandas parte, según los sondeos, como clara favorita en las elecciones del 25 de septiembre, lo que supondría un hito inédito en la historia de Italia. La ultraderecha ya ha estado en el Gobierno --Salvini pactó con el Movimiento 5 Estrellas en 2018--, pero nunca lo ha presidido.
Sólo Polonia y Hungría tienen gobiernos encabezados por formaciones ultraconservadoras --Ley y Justicia (PiS) en el caso polaco y Fidesz en el húngaro--, lo que ha derivado en pulsos constantes de ambos países con la Comisión Europea, celosa de los aparentes retrocesos del Estado de Derecho.
En general, la ultraderecha ha ido calando progresivamente en estos últimos años en diversos países europeos, incluso en algunos que, como España y Portugal, habían permanecido ajenos a un fenómeno que ganó fuerza con los primero compases del siglo XXI.
En España, Vox obtuvo más del 15 por ciento de los votos en las últimas elecciones generales, en 2019, mientras que en Portugal el partido Chega! (¡Basta!) logró este mismo año sus mejores resultados al superar el 7 por ciento.
LOS CORDONES SANITARIOS DE FRANCIA Y ALEMANIA
Irlanda se mantiene como el único país de la Unión Europea donde este tipo de partidos no han calado, mientras que en otros como Francia y Alemania se han establecido cordones sanitarios claros que, en la práctica, han impedido que la ultraderecha haya accedido al poder por muchos votos que obtuviesen.
Alternativa para Alemania (AfD) se convirtió tras las elecciones de 2017 en el principal partido de oposición, gracias a la 'gran coalición' pactada entre la Unión Cristiano Demócrata (CDU) y el Partido Social Demócrata (SPD), pero en los comicios de 2021 se desplomó hasta la quinta plaza.
En Francia, un sistema electoral de doble vuelta ha hecho de cortafuegos frente a los récords de apoyo de la Agrupación Nacional de Marine Le Pen. La formación obtuvo en los último comicios más de 80 diputados en la Asamblea Nacional y es el partido galo con más representantes en la Eurocámara, pero en las dos elecciones presidenciales más recientes --la última de ellas este mismo año-- Le Pen se ha tenido que conformar con la segunda plaza.