NUEVA YORK (AP) — Desde el momento en que leyó “All the Pretty Horses” (“Todos los hermosos caballos”) de Cormac McCarthy, James Wade supo que ya era fan de él de por vida y que sus aspiraciones como autor de novelas del Viejo Oeste nunca serían las mismas.
“Él realmente se liberó del western tradicional”, dice Wade, dos veces ganador del premio Spur a la escritura sobresaliente de este tipo de libros, y cuya novela “All Things Left Wild” fue anunciada como “una ilustración de la violencia y la corrupción que prevalecen en nuestro país de rápida expansión”, una descripción que podría haberse aplicado a gran parte del trabajo de McCarthy.
“Él incluyó todos esos elementos de los westerns tradicionales, como los vaqueros y los caballos, pero prácticamente él solo también llevó al western al ámbito literario”, dijo Wade. “Como escritores de novelas del Viejo Oeste, ahora podemos arriesgarnos con temas más metafísicos, y no sólo con héroes y villanos”.
McCarthy, que murió esta semana a los 89 años, ha sido ampliamente elogiado como un descendiente de William Faulkner y Herman Melville, entre otros, arqueólogos del espíritu estadounidense cuya prosa influenciada por la Biblia elevó la narrativa a alturas trágicas y poéticas. Sus admiradores se encuentran a lo largo de todo el mundo literario y más allá, desde escritores de ficción galardonados como Colson Whitehead y Rachel Kushner hasta el actor Tommy Lee Jones y los hermanos Coen, quienes adaptaron fielmente su “No Country for Old Men” en un filme que en español se tituló “Sin lugar para los débiles” y que ganó el Oscar a la mejor película.
“Es como si él estuviera escribiendo metawesterns”, dice Kushner, autor de “The Flamethrowers” y otras novelas. “Escribe acerca de personas atrapadas en una compulsión existencial, que no saben por qué hacen las cosas que hacen”.
“Estaba tan intensamente dedicado a su propia visión que te daba permiso para perseguir la tuya”, dice Whitehead, cuyos libros incluyen “The Underground Railroad”, ganador del Premio Pulitzer, y “Zone One”, una apocalipsis zombi inspirada en parte por “The Road”, de McCarthy, que ganó el Pulitzer en 2007. “Leí ‘The Road’ y pensé: ‘Si Cormac puede hacer “Mad Max”, yo puedo hacer “Night of the Living Dead”’”.
Para los novelistas de westerns, tiene el nivel que John le Carré tiene entre los escritores de novelas de espías, el de un maestro en el ámbito cuyo trabajo también trascendió, e incluso lo reinventó. El western, un género que algunos temían ya era anticuado, pareció nuevo otra vez. Los autores recuerdan haber encontrado que su trabajo —desde su Border Trilogy (“Trilogía de la frontera") hasta “The Road” y “Blood Meridian”— era estimulante y, a veces, intimidante.
“Leí ‘Blood Meridian’ en la universidad y estaba completamente desconcertado. En ese momento no poseía el vocabulario literario para entender lo que él estaba haciendo”, dice David Heska Wanbli Weiden, novelista ganador del premio Spur, sobre McCarthy.
Weiden —un ciudadano de la nación Sicangu Lakota cuya primera novela, “Winter Counts”, se centra en un indígena que hace justicia por propia mano y que está en desacuerdo con el sistema jurídico estadounidense— llegó a apreciar la “audacia y ambición” de McCarthy y cómo abrió el género a nuevos tipos de historias.
“La mayoría de los críticos se enfocan en su prosa majestuosa y resplandeciente, pero yo creo que la influencia de McCarthy en el género es su mitología alternativa del oeste, su visión estética, y la presentación objetiva y desapasionada de la violencia brutal que fue (y forma) parte de la frontera del oeste”, dice. “Cada vez que critican mi propio trabajo por ser demasiado violento, les recomiendo a los lectores que lean algunos de los últimos trabajos que hizo McCarthy”.
Kathleen Morris, cuyas novelas incluyen “Lily of the West”, también leyó “Blood Meridian” hace años y recordó estar “asombrada” y “ligeramente aterrorizada” por su prosa y sus historias. McCarthy se convirtió en una especie de conciencia literaria, un autor al que se encontraría invocando —“¿qué pensaría el hombre de esto?”— mientras trabajaba en sus propios libros.
Al igual que Weiden y Morris, en un principio al escritor Rudy Ruiz no le pareció que McCarthy fuese placentero o incluso comprensible. Acababa leyendo la misma página varias veces, asegurándose de no haberse perdido de algo, y pensaba que la desesperación y la soledad de los libros de McCarthy “hacían que a veces fuera difícil involucrarse con ellos”.
Para Ruiz, cuya “Valley of Shadows” está ambientada en la frontera entre Texas y México en el siglo XIX, la influencia de McCarthy sería literaria y geográfica. Ruiz, nacido en Brownsville, Texas, leyó toda la Border Trilogy de McCarthy —“All the Pretty Horses”, “The Crossing” y “Cities of the Plain” (“Ciudades de la llanura”)—, y respondió a cómo captaba sus propios sentimientos sobre su región natal.
“Estaba realmente influenciado por la manera en que capturó la dualidad del realismo crudo junto con la belleza y el poder del paisaje, cómo un lugar puede pertenecer a una persona tanto como una persona puede pertenecer al lugar”, dice. “McCarthy muestra estas preocupaciones atemporales sobre la identidad y la pertenencia, y cómo nos definimos a nosotros mismos. Eso es muy palpable en el suroeste”.
Gordy Sauer, cuya primera novela “Child in the Valley” se publicó en 2021, dice que la presencia de McCarthy entre los escritores contemporáneos de westerns es tan fuerte que no necesitas leerlo para ser influenciado por él. “Cualquiera que venga después de eso tiene que competir, al menos en teoría, con lo que él hizo y lo que significó para el género”, dice Sauer.
Recuerda haber trabajado en una historia en la universidad hace unos 15 años y que un compañero de estudios le dijo que le recordaba el trabajo de McCarthy, que él aún no había leído. Cuando leyó “Blood Meridian”, el efecto fue “transformador”, señaló, como si él dividiera su vida entre el antes de “Blood Meridian” y el después.
“Desglosó el western y lo rehizo en una imagen de Estados Unidos distinta a todo lo que habíamos visto”, dijo Sauer. “Eliminó el romance y la idea del romance. Nos obligó a mirar más allá de la tela del género hasta sus costuras, para comprender cómo se hacía”.