DW en español

Baja fecundidad: el desafío de una crisis de derechos en América Latina

Por muchas razones, solo el 38% de los padres o madres en América Latina admiten tener justo el número de hijos que idealmente querían. DW

El temido colapso por los bajos nacimientos no puede enfrentarse desde la alarma ni con discursos simplistas, dicen expertos. Un informe de UNFPA aborda el desfase entre realidad y aspiraciones en materia de hijos.Primero fue la alerta ante la sobrepoblación y ahora se teme un futuro colapso demográfico. En un creciente número de países nacen cada vez menos niños, por debajo de la tasa de reemplazo de dos hijos por mujer. La población empieza a envejecer e incluso va camino a reducirse, según los pronósticos.

Según datos de CEPAL, América Latina pasó de un promedio de 5,87 hijos por mujer en 1960 a 1,8 el año pasado y se proyecta que continúe bajando, al tiempo que aumenta la esperanza de vida. ¿Cómo sostener una economía con una creciente población anciana y dependiente, si hay cada vez menos trabajadores?

Medidas como la bonificación por nacimiento, no han dado resultado. "Las políticas natalistas tradicionales tienden a ser ineficaces y, en algunos casos, regresivas desde una perspectiva de derechos”, dice a DW Ferrán Muntané, investigador del Johns Hopkins University - Universitat Pompeu Fabra Public Policy Center, en Barcelona.

Detrás del descenso de la natalidad hay avances como la caída del embarazo adolescente, el acceso de las mujeres al estudio y el mundo laboral, la planificación familiar y la autonomía para decidir cuándo y cuántos hijos tener. O no tenerlos.

El reciente informe sobre el estado de la población mundial 2025 "La verdadera crisis de fecundidad: Alcanzar la libertad reproductiva en un mundo de cambios”, del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) da una nueva lectura a la situación.

"La verdadera crisis no es que somos muchas o pocas personas en el mundo. Lo verdaderamente preocupante es que las personas no están haciendo realidad sus ideales reproductivos”, indica a DW Susana Sottoli, directora regional de UNFPA para América Latina y el Caribe. La especialista señala que "las tasas de fecundidad no son ni el problema ni la solución” y por sí solas no garantizan el crecimiento económico o el desarrollo.

Muntané coincide: "Lo importante no es el número absoluto, sino la sostenibilidad social, ecológica y económica de los modelos de vida”. El politólogo sostiene que "lo que hoy llamamos crisis demográfica no es necesariamente una consecuencia natural o inevitable del progreso, sino el reflejo de una profunda crisis de cuidados y de derechos sociales”.

Brecha entre deseos y realizaciones

El análisis de UNFPA se basa en encuestas a 14 mil personas, en 14 países, que representan más de un tercio de la población mundial. La directora regional para América Latina considera que "los resultados son sombríos. Una de cada cinco personas encuestadas a nivel global piensa que alcanzar el número de hijos e hijas deseados sería imposible. Al mismo tiempo, una de cada tres o sus parejas han vivido un embarazo no intencional y una de cada cinco informa haber sido presionada para tener hijos e hijas cuando no querían”.

"En muchos casos, las personas no dejan de tener hijos porque ya no los deseen, sino porque las condiciones materiales, laborales y de conciliación dificultan llevar adelante proyectos vitales que incluyan hijos e hijas”, observa Muntané. Según el informe, el 31% de los encuestados mayores de 50 tuvo menos hijos de los que habría querido, el 12% tuvo más de lo esperado y el 38% alcanzó su número ideal.

"Los estudios europeos muestran que el número de hijos deseados se ha mantenido estable desde hace décadas, por encima de los dos hijos por mujer en muchos países, pero hay una brecha persistente entre deseos y realizaciones, que refleja una falta de condiciones para ejercer libremente el derecho a decidir si tener hijos o no, y cuántos”, apunta el investigador del JHU-UPF Public Policy Center.

¿Por qué menos hijos? Actualmente dos tercios de la población mundial vive en contextos de baja fecundidad. En Chile, por ejemplo, nacen hoy 1,18 hijos por mujer, en Costa Rica, 1,32, y en Uruguay, 1,40. Estas tasas no son producto solamente de decisiones libres, según el informe. "La mayoría de las personas desea tener dos o más hijos, pero no pueden formar las familias que quieren”, corrobora Sottoli.

La economía es el principal factor para tener menos hijos de los deseados: 39% argumenta restricciones económicas; 21%, desempleo o precariedad laboral; 19%, limitaciones relacionadas con la vivienda; y 12%, opciones de cuidado de los hijos insuficientes o de mala calidad.

También figuran temores de cara al futuro: 14% indica inquietud por la situación política o social. Asimismo, ausencia de pareja adecuada (14%), replanteamiento de los deseos o cambio de idea (13%) y la pareja quiere menos hijos (13%). Más atrás aparece la salud: dificultad para concebir (12%) y salud frágil/enfermedades crónicas (12%).

La disminución de las tasas de fecundidad "debe alertarnos, pero no ser motivo de alarma. Entender las condiciones que las personas necesitan para decidir tener o no hijos es el primer paso para una política demográfica basada en derechos y no puramente en metas demográficas”, dice Sottoli.

"Es una preocupación legítima, pero no puede abordarse desde la alarma ni con discursos simplistas”, señala Muntané. En su opinión, "no se trata solo de cuántas personas nacen, sino de cómo está estructurado el sistema de cuidados, de pensiones, de salud. Es evidente que el envejecimiento demográfico, desde una perspectiva exclusivamente económica, supone un coste. Sin embargo, hay muchas formas de responder ante esto sin caer en lógicas natalistas”, añade.

Un nuevo enfoque

"Decidir si tener hijos e hijas o no, con quién, cuántos, cómo y cuándo es un derecho humano”, afirma Sottoli. "El Estado debe garantizar que esas decisiones puedan tomarse en libertad, sin penalizaciones económicas, laborales o sociales”, complementa Muntané.

En vez de inducir a las mujeres a tener más hijos, los estados debieran generen políticas que garanticen este derecho, postulan los expertos. Entre otros aspectos, promover servicios públicos de cuidados universales y accesibles, conciliación de la vida laboral y personal, protección social para maternidad y crianza, corresponsabilidad entre hombres y mujeres, regularización y dignificación del empleo del hogar y los cuidados remunerados. Son reformas profundas, con medidas que van desde licencias de maternidad y paternidad hasta pensiones dignas.

"Si no se garantizan los derechos a cuidar y ser cuidados en condiciones de dignidad, igualdad y sostenibilidad, la organización social se resiente, y con ello también la estructura demográfica”, plantea el investigador de la UPF. El caso de algunos países nórdicos muestra que es posible formar familias y desarrollar los proyectos vitales, sin que ello suponga grandes renuncias o una sobrecarga excesiva.

En ese sentido, "lo que ha demostrado ser más eficaz es avanzar hacia un nuevo equilibrio familiar, en el que se reduzca la penalización de la maternidad, se promuevan sistemas públicos de cuidados y se impulse la corresponsabilidad. Esto no solo mejora el bienestar de las familias, sino que también puede revertir la caída de la fecundidad de forma estructural”, concluye Muntané.

(vd/el)

DV Player placeholder

Tags


Lo Último