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Prostitución en la CDMX: Calvario para las hijas de la noche (II)

Llena de carácter pero temerosa de lo que algún día le pueda pasar por encarar a los policías

Vista bajo los intolerantes estándares de belleza impuestos en occidente, Jessica no es lo que se podría decir una mujer atractiva. Con no más de 1.60 metros de altura, tez morena, nariz ancha, labios gruesos y complexión regordeta, ha fijado su tarifa en 350 pesos con hotel incluido, El Dorado de la calle Orozco y Berra, sin importar el tiempo que tarde el cliente en terminar.

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Con esa “oferta” –común en zonas aledañas al metro Revolución- se fue ganando a los clientes. A unos les cobraba más o menos, dependiendo del ánimo con que los atendiera, hasta que decidió redondear la cifra por considerarla justa para su servicio.

A pesar de que nadie le dijo cuanto debía cobrar la primera vez que se paró en una esquina sobre Puente de Alvarado, ella sabía que como cualquier otro negocio, éste se regía por las leyes de mercado, oferta y demanda, donde el parámetro no escrito se basa en la edad y belleza de la chica prostituida, como si fuesen reses clasificadas según la calidad de su carne o perros con pedigrí.

Medidas cojas

Visto desde este punto de vista, la reciente decisión de Ricardo Monreal de “mediar” con las prostitutas, no parece la más adecuada. El delegado morenista de la Cuauhtémoc –demarcación con registros de prostitución en casi el 90% de sus colonias- anunció con bombo y platillo que, a fin de combatir la extorsión, serían reubicadas en una zona segura, con servicios médicos gratuitos, preservativos, siempre y cuando ellas estuviera fuera de cualquier cadena de trata, y se comprometieran a ciertas medidas como guardar los atuendos “exóticos” o exhibicionistas de las 9:00 a las 21: horas, mantener limpias las calles, y no drogarse en vía pública.

Con esta medida, sumado a que en 2014 una jueza de distrito local determinó que ejercer la prostitución no era ilegal, las “hijas de la noche” en la Cuauhtémoc dieron un respiro. Con este fallo, lleno de buenas intenciones -incluso la figura legal de trabajadoras no asalariadas les fue otorgada- pero corto alcance, esperaban que las extorsiones de policías corruptos terminaran, pero no fue así y por el contrario, fue visto por ciertos sectores sociales como una forma de legitimar la trata con fines sexuales, o al menos para obviarla por un buen rato.

Llena de carácter pero temerosa de lo que algún día le pueda pasar algo cuando encara a los policías, Jessica afirma que las extorsiones continúan, pero ha logrado sortearlas gracias a un amigo de la policía preventiva a quien consulta cuando los demás uniformados acechan. Ella fue una de las que tuvieron contacto con la nueva administración, refiere que “nos dieron a cuidar la calle para poder trabajar tranquilas” y gracias a ello supo al menos que no cometía ningún delito al ofrecer sexo por dinero.

Por eso mismo, no termina de entender por qué las extorsiones no acaban. “Ellos (gobierno) por un lado quieren acabar o limpiar la prostitución, pero los policías te piden dinero entonces ¿Quién de verdad es el padrote?”, pregunta Jessica al aire como esperando una respuesta que no tiene…

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