Por si existían aún dudas de que las actividades humanas irresponsables están directamente relacionadas con el deterioro del medio ambiente, veamos estos datos: según estudios internacionales, nuestro planeta vivió un respiro como consecuencia de una disminución de la actividad humana provocada por la pandemia de Covid-19; las estadísticas correspondientes al año 2020 y parte del 2021 indicaron que disminuyeron en ese lapso de tiempo los índices mundiales de contaminación, se recuperaron algunas especies animales y vegetales amenazadas por la depredación del hombre, las playas volvieron a estar libres de basura y la contaminación del aire de las grandes ciudades llegó a niveles muy bajos nunca vistos. Sin embargo, con el retorno a la normalidad tras la baja en los contagios, estos problemas volvieron a crecer.
Así llegamos a una celebración más del Día Mundial el Medio Ambiente, este 5 de junio. Fue una fecha llena de discursos, pero sin ninguna acción concreta en favor de nuestro planeta. Fue un acto festivo más, lleno de reflexiones sin hechos concretos a favor del cambio climático, fenómeno que cobra más fuerza a través de huracanes cada vez más intensos y letales, incendios forestales con más resistencia a extinguirse, sequías intensas, niveles bajísimos de agua en presas, como no se habían visto en décadas, desaparición de glaciares y casquetes polares, deslaves, pérdidas de cosechas.
Y aún con esto, ni gobiernos ni pobladores hacen absolutamente nada, o muy poco, para revertir esta realidad. Colocando solo como ejemplo a América Latina, donde México está incluido, es una región que se resiste a emprender acciones más decididas, ya no para desaparecer, sino tan sólo para aminorar o disminuir el cambio climático. Al contrario, tal parece que hay en esta parte del planeta una lucha declarada contra un medio ambiente limpio y sano para sus pobladores, al negarse a la utilización de energías limpias y seguir optando por las energías fósiles como la panacea a la solución de problemas añejos. En materia de deforestación, la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR) reporta pérdidas de 128 mil hectáreas, debido a prácticas ilegales, como el cambio del uso del suelo, tala clandestina, el comercio de materias primas y productos forestales, así como incendios y plagas.
Mientras no comprendamos que los humanos formamos parte de una cadena de especies dependientes de la naturaleza y que no estamos por encima de ésta, mientras nuestra soberbia nos impida situarnos como dependientes del mundo que nos rodea y no que éste debe estar a nuestro servicio, entonces será inútil cualquier esfuerzo de grupos ambientalistas que luchan por concientizar sobre el impacto que nuestra irresponsabilidad causa al planeta.
Son tres los retos que enfrenta el mundo en materia ambiental: cambio climático, pérdida de la biodiversidad y contaminación. Son desde luego retos mayúsculos para enfrentarlos, pero sí hay soluciones. Sin embargo, esas soluciones demandan, primero, voluntad, y después, acciones concretas basadas en hechos y no en discursos correctamente políticos. Requieren la sinergia de acciones entre empresarios, autoridades y de todos y cada uno de los habitantes de este planeta. Aquí no hay divisiones geográficas ni territoriales. La lucha por el medio ambiente es universal, pues a todos nos afecta. En todos está mostrar que el desastre climático que hemos provocado no es irreversible y depende de las acciones que hoy tomemos. Mañana será muy tarde.
Hasta la próxima, amables lectores.