No hay momentos perfectos, ni circunstancias ideales; lo que existe es la capacidad de actuar con inteligencia y adaptarnos al cambio, que es lo único constante en la vida.
Estamos en un proceso de toma de decisiones inmediatas que permitan sortear muchos desafíos que empiezan a acumularse: la pandemia en su quinta ola (de varias más), la inflación internacional provocada por una guerra que está pasando peligrosamente a segundo plano, y las consecuencias del cambio climático que parecen irreversibles por la falta de acciones globales.
¿Qué nos corresponde? En lo que toca a la salud, cuidarnos para cuidar a otros hasta que este tipo de coronavirus haga el menor daño y se determine que estamos en una endemia, es decir, una enfermedad que es recurrente y no desaparecerá, pero sin causar los estragos que al inicio. Insisto en que todavía esto no ha terminado.
Sobre la inflación, tenemos que actuar con prudencia en nuestros gastos y manejo de deudas. Cambiar los hábitos de consumo si es necesario y privilegiar lo que es básico para una buena alimentación, tomando en cuenta productos de temporada que son más baratos y en puntos de venta que ayuden a quienes viven de su comercialización en tiendas de barrio, mercados públicos e itinerantes.
Apoyar a pequeños negocios de otros giros es otra decisión que aporta a que muchas zonas no sufran un impacto mayor por un alza de precios que tiene explicación por lo que ocurre a nivel internacional, pero que ya presenta señales de ser una excusa para que muchos sectores económicos aprovechen el río revuelto.
No debemos perder el sentido social que significa orientar nuestro gasto hacia la comunidad a la que pertenecemos, porque eso genera paz y tranquilidad; si en el hogar contamos con lo indispensable, entonces provocamos certidumbre y abonamos a construir un entorno seguro en donde el discurso de la delincuencia no tiene eco.
Es probable que los efectos de la guerra en Ucrania y el bloqueo a las exportaciones de trigo causen aún más problemas en los mercados del mundo y un impacto difícil de calcular en la producción de alimentos de primera necesidad, que afectará el acceso de millones de personas que dependen de esos insumos, debido a que en sus naciones no se siembra, o no se puede sembrar, ese cereal. No todos los países cuentan con las condiciones de clima y de terreno para producir lo que su población requiere.
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Y eso nos lleva a las consecuencias del cambio climático, que ya están entre nosotros desde hace tiempo, y no parece que estemos llegando a los acuerdos sociales que podrían frenar su avance. Si hay una dependencia de granos básicos que viajan de un lado al otro del planeta es porque no se ha hecho lo que se debe para equilibrar la siembra de muchos productos en los lugares de origen. En muchas ocasiones, sin embargo, las condiciones de la tierra lo hacen imposible.
En esta cadena de causas, tenemos que actuar para prevenir y para revertir; nuestra corresponsabilidad en el estado de salud de la sociedad, el consumo responsable y la reducción al mínimo de la contaminación en todas sus formas es obligatoria si queremos entregarle un futuro a las generaciones que vienen detrás. Esta es la mayor inversión que podemos hacer.
No obstante, esperar a que se den las condiciones perfectas para impulsar esos cambios que dependen de nosotros como ciudadanos es un error que nos cuesta un elemento único: tiempo. Hay que decidir hoy mismo cómo vamos a actuar personalmente, en lo familiar y en lo comunitario, para que mantengamos la salud, la estabilidad económica y un medio ambiente libre de daños ocasionados por nosotros mismos.
Con esos tres factores podemos solucionar muchos de los problemas que nos afectan y que gravitan alrededor de ellos. Contar con salud, alimento, recursos suficientes y un hogar protegido de los riesgos del clima y de la contaminación son los elementos indispensables para que las comunidades que integran una sociedad inteligente avancen y prosperen.
Por eso insisto en la organización de todas y de todos, en la colaboración permanente y en la comunicación con quienes son familiares y vecinos. Actuar con inteligencia es la vía para construir un tejido social fuerte, con redes de apoyo en las que podemos respaldarnos para enfrentar el cambio, que bien aprovechado es una oportunidad y no tiene que significar un perjuicio, aún en tiempos de incertidumbre como éstos.