México está ávido de paz, México necesita de la unidad y no de la confrontación. Las voces críticas a la estrategia de seguridad no buscan descalificar, pretenden encontrar un camino hacia la paz.
Quien piense que el llamado a construir la paz es un confabularlo está errado. Tampoco es una lucha de fuerzas, es la urgente necesidad de construir la paz, de empoderar el diálogo y las coincidencias, de trabajar por el bien común, pero sobre todo, por el bien de México.
Hoy la Iglesia Católica ha hecho un llamado a una jornada de la paz y por la paz, México lo necesita. Necesita que juntos, en unidad, sin ideologías ni colores partidistas, hagamos un esfuerzo por construir la paz. Es una convocatoria ante la “barbarie de violencia”, como bien lo describen los obispos.
La polarización y la descalificación no contribuyen a esa paz que tanto anhelamos, no se trata de señalar, se trata de sumar voluntades ante una delincuencia y un crimen organizado que son más sanguinarios y más violentos.
El clamor ciudadano es la paz, nadie dice que haya más violencia o que haya un enfrentamiento para combatir el crimen, todas y todos estamos urgidos de tener paz en nuestras colonias, calles, municipios, pueblos, estados, en nuestra nación.
La delincuencia y el crimen organizado no se pueden ni se deben apoderar de nuestra paz colectiva, no pueden seguir sembrando odio ni terror en nuestras calles.
Como bien lo dicen los líderes católicos, “hoy necesitamos historias de esperanza”, necesitamos “construir un camino de justicia y reconciliación que nos lleve a la paz”, en donde no tengan cavidad ninguno tipo de violencia, ni siquiera la verbal.
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De seguir mirando hacia el pasado se seguirá perdiendo de vista el presente, un presente que clama justicia y paz. Así lo manifiestan las y los miles de ciudadanos que hacen suyas calles y avenidas en todo el país para exigir la paz.
Son las voces de las familias, de los desaparecidos, de los asesinados, de los feminicidios, de nuestros muertos. No hay un solo rincón de México en donde no se exija la paz.
Estamos ávidos de paz, de concordia, de armonía, de mirar el presente para construir un mejor futuro, uno sin violencia, sin temor, sin odio, sin rencor.
No son tiempos de discursos, de odio, de confrontar, de descalificar, de apuntar con el dedo, de polarizar, de ver quien es el bueno y quienes los malos, de ideologías o credos, son tiempos de construir la paz.
Llamar a la paz no es un acto de reproche o de confrontación, es la suma de voluntades, es la urgente necesidad de gobernar para todos y con todos, de ser aliados, más no enemigos. Es la indispensable necesidad de ser constructores de paz.