Opinión

La socialdemocracia alternativa para México

Archivo. Policías Militares, durante el izamiento del Asta Bandera del Campo Marte. Foto: Misael Valtierra / Cuartoscuro

Ya sé que no se pueden comparar peras con manzanas, pero es trascendente el analizar qué es lo que tienen en común varios de los países de primer mundo, como Alemania, Noruega y Suecia (por mencionar algunos) que, aunque perfectibles, pueden presumir -entre muchas cosas- que viven en una cultura de la legalidad, estabilidad económica y solidez institucional.

¿Qué es lo que tienen en común como sistema económico y gubernamental? La socialdemocracia. Ese hibrido con matices complejos que, en la práctica, resulta un modelo más equitativo, pero al mismo tiempo más difícil “explicar” en el discurso, sobre todo en lugares en donde reina la dicotomía del blanco o negro.

No es casualidad que esta ola de falsos izquierdistas esté avanzando en América Latina, líderes que en el discurso seducen con la promesa de la igualdad cultural, económica y social, mientras que en la práctica resultan más conservadores de las prácticas que nos alejan de ella.

Es fácil decir que se quiere combatir el privilegio y que el Estado debe intervenir para generar las mismas condiciones para todos, pero en el fondo es pura demagogia, ya que les encanta acomodarse con grandes empresas o empresarios que les ayudan a mantener la hegemonía o, bien, recurren al mantenimiento del poder con recursos del mismo Estado. No por algo la mayoría de los supuestos regímenes de izquierda populistas han fracasado, poque no han sido una izquierda progresista, una izquierda estadista, sino pura demagogia.

Ciertos aspectos del neoliberalismo sí le han hecho bastante daño a México y a diversas naciones, sobre todo al ampliar las brechas de la desigualdad económica, social, cultural y de salud, pero la falsa izquierda populista no es tampoco la solución.

Una solución posible es la social democracia como justa medianía, porque, como podemos ver en otros países, implica que el Estado intervenga solo en las cuestiones más indispensables y que las personas puedan dedicarse a la actividad económica integral que deseen, sin tener que ceder impuestos por el simple hecho tener que renunciar a su individualidad por la colectividad, por mencionar un aspecto. Eso se nutre, además, con transparencia, legalidad, rendición de cuentas y buscar una mejor redistribución de la riqueza.

Hay condiciones que naturalmente sitúan a las personas en situación de desventaja, hablando en términos de probabilidad y estadística. Es más fácil que una persona que creció con una familia económicamente influyente tenga más probabilidad de conseguir un mejor trabajo por contactos que por mérito propio, o que tenga mayores oportunidades de tener una mejor calidad de vida si gana mejor: un automóvil más seguro para transportarse, mejor atención médica, vivir en zonas más seguras…. ¿Qué tiene de malo ello?

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Absolutamente nada, lo que incomoda es que estas personas, “desde el privilegio”, son quienes se ven beneficiadas por cuestiones ajenas muchas veces a sus méritos, poniendo en desventaja a quienes no nacieron en sus condiciones. Ahí es cuando el Estado debe propiciar condiciones de mejor distribución de riqueza, tal y como lo citó Schiaretti: “Tanto mercado como sea posible y tanto Estado como sea necesario”. Eso se nutre además con transparencia, legalidad y rendición de cuentas.

Para eso es precisamente el concebir un sistema socialdemócrata, para que el Estado intervenga solo para contribuir al piso parejo, generar, buscar, estabilizar y garantizar políticas públicas de forma integral para la sociedad. Es lo contrario a otorgar indiscriminadamente recursos de forma absurda con opacidad, con un alto grado de corrupción.

Lejos de la polarización y la falsa izquierda que procura el oficialismo, la Evolución Mexicana propone matices que acercan a la política a elevar su calidad y nivel, a abrir el análisis crítico y a trabajar profesionalmente en la creación de mejores y eficaces políticas públicas.

La continuidad, el debate, la transparencia y la apertura a la inversión para generar empleos y crecimiento económico no están peleadas entre sí, no atentan contra nada, más que contra los discursos anclados en túneles del pasado.

La evolución mexicana precisamente pretende entrar a esos claro oscuros, a la justa medianía, al progreso.

Quizá México no pueda hoy compararse con países “de primer mundo” por la terrible crisis económica, seguridad, corrupción y malos gobiernos… pero claro que puede lograrlo.

Para ello se necesita ir de la mano con la ciudadanía y del enriquecedor conocimiento de todos los que quieran aportar, tales como organizaciones de la sociedad civil, académicos, empresarios, jóvenes, mujeres, campesinos e intelectuales, además -por supuesto- del apoyo de la ciencia y tecnología en los diagnósticos previos a la creación de programas y políticas públicas integrales eficientes.

¿Por qué no cambiar y reorientar el presupuesto público hacia la ciencia y tecnología? Llevamos en nuestro país discutiendo más de 30 años en qué presupuesto destinar a la Ciencia y Tecnología, si es conveniente el 1% del PIB.

Nuestra sociedad ha dado muestras de interés en ello. El reciente estudio de la compañía 3M, “Estado de la Ciencia en el mundo SOSI (State of Science Index) señala que 87% de los mexicanos confía en la Ciencia y 85% en los científicos. Asimismo, 66% considera importante el impacto de la ciencia en su vida diaria. Son datos bastante reveladores e ilustrativos respecto a lo que queremos los mexicanos de fondo.

Lo anterior tiene relevancia ante las desafortunadas formas de gobernar y de proteger al pueblo, como el hecho de besar y rezarle a los santos para no contagiarse de covid-19 en lugar de asumir posturas recomendadas por la Organización Mundial para la Salud “OMS”, especialistas epidemiólogos o potencias mundiales.

Lo mismo pasa con la barbaridad esa de los abrazos y no balazos como estrategia en materia de seguridad, asignatura pendiente en nuestro país desde hace más de 15 años para frenar la imparable violencia que se apodera de diversos rincones del territorio mexicano.

Debemos, como sociedad y prácticas de buen gobierno, construir un mejor lugar para vivir. Algunos de los aspectos para tener un mejor país es la transparencia, la sustentabilidad, la movilidad, políticas públicas integrales que garanticen el desarrollo económico, social, cultural y en seguridad. Ya se ha comenzado a sacudir la vida institucional del país y poco a poco arrasarán las prácticas de buen gobierno, desde lo local, para lograr la agenda que México merece.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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