Nunca en nuestro país, y probablemente en ninguna parte del mundo, una obra turística regional se catalogó como un asunto de seguridad nacional. El Gobierno Federal ha dicho que el tramo 5 del Tren Maya cumple con las características que lo clasifican de ese modo y con ello continuará su avance.
El presidente Andrés Manuel López Obrador ordenó declarar al Tren Maya como un asunto de seguridad nacional, todo esto para evitar los amparos promovidos por grupos ambientalistas que pudieran retrasar su construcción. Sin importar el daño de las obras arqueológicas en la zona y sin tomar como válidos los planteamientos de quienes han manifestado su preocupación por la construcción de la obra.
Cada vez más son los exabruptos presidenciales, los caprichos que no miran razones, no escuchan ni mucho menos debaten. No es un asunto menor el saber sobre el daño que se hace en la región sur por la construcción del Tren Maya. No son voces improvisadas quienes le han pedido audiencia al presidente.
Investigadores del Instituto de Biología y del Instituto de Ecología de la UNAM y organizaciones internacionales como Greenpeace, han señalado su preocupación y acusado a la Semarnat de ser omisos y permisivos.
Las instituciones de gobierno están al servicio del mandatario, sin importar, escuchar ni cuestionar razones. Nada más presente que aquella anécdota del viejo PRI que aseguraba que la hora era la que decía el presidente.
- ¿Qué hora es? La que usted diga señor presidente.
Otro de los graves problemas es que el ciudadano que aplaude todo lo que haga López Obrador, nunca cuestionará ésta ni ninguna otra decisión del mandatario. Siempre encontrará argumentos para desacreditar razones, no importa si vienen de la UNAM o de alguna organización internacional o si son actores o músicos, porque para él todo lo que sea una crítica contra el presidente será catalogado como falso o mentiroso.
La decisión de declarar una obra turística regional como un asunto de seguridad nacional abre la puerta para que cualquier decisión que se cuestione corra el mismo destino. Nada más peligroso que un presidente instalado en la necedad, nada más lamentable que un ciudadano que ha olvidado cuestionar.