En los últimos días, nuestro país ha vivido entre fuego y muertes, no solo por los hechos violentos ocurridos la semana pasada en Guanajuato, Jalisco, Chihuahua y Baja California, sino porque son varios los sectores que están en alerta.
Uno de ellos es sin duda la seguridad. Los municipios están en llamas por la actuación de la delincuencia y el crimen organizado, pero la estrategia de abrazos y balazos sigue intacta, no importa que la sociedad viva con miedo, lo que importa es mantener lo insostenible y echar culpas.
Que una alcaldesa afirme que se debe pagar el derecho de piso que exigen los criminales para evitar actos de violencia, es una aberración y un atropello al Estado de derecho y a la legalidad, pues el cobro de derecho de piso es un impuesto ilegal que ha provocado el cierre de negocios y el incendio de los mismos cuando se niegan a pagarlos.
Las escenas de los comercios y de los automóviles incendiados, de las personas que perdieron la vida, es el rostro de la impunidad con la que operan estás organizaciones criminales.
Más de 100 mil homicidios, más de 100 desaparecidos, 11 mujeres asesinadas diariamente, es el resultado de una estrategia que ha sido indiferente a la construcción de la paz.
PUBLICIDAD
Las mujeres son quemadas vivas a plena luz del día; niños, niñas y adolescentes son cooptados por los criminales para trabajar; el robo en transporte público está imparable y es más agresivo, nadie se siente seguro.
Sube la temperatura de nuestra economía ante la falta de certidumbre jurídica y de reformas sin sentido. Las inversiones se van, el desempleo formal se desvanece y el informal se incrementa.
De acuerdo con IMCO, la inflación durante julio de 2022 alcanzó su mayor nivel desde el 2000. Con un incremento en los precios de 8.15% respecto al año previo. La tendencia al alza de la inflación ha afectado en mayor medida a los hogares de menores ingresos.
Los precios de la canasta básica están por las nubes, la pobreza se incrementa; la austeridad franciscana y el plan para contener la inflación tampoco están funcionando.
La construcción de obras tiene en llamas a nuestros ecosistemas, es más importante el capricho que la preservación natural, que nuestra flora y fauna, que nuestras selvas y bosques. El uso del carbón nos asfixia a todas y todos, y también, mata a mineros.
Los llamados a la construcción de la paz se minimizan o se toman como ataques personales, en lugar de hacer eco, de unificar las voces, de trabajar en unidad.
Queremos vivir con paz, es urgente reconocer que somos corresponsables, empezando por las autoridades, sin dejar de hacer lo que a cada cual le corresponde; pero mientras el juego se llame échenle la culpa a otro, en lugar de dialogar e imponer la construcción de la paz como prioridad, el crimen organizado seguirá prendiendo fuego, los delincuentes vivirán en la impunidad, y la muerte continuará acechando a cientos de familias.
Empecemos esta construcción de la paz en nuestro metro cuadrado, porque seguir esperando a quienes no quieren hacerlo es abonar a la violencia que cada día nos carcome y hace de la paz una utopía.