Amelia Earhart fue una mujer extraordinaria, que llenó su vida de aventura hasta el último instante, cuando su avión dejó de transmitir señal mientras volaba sobre el océano Pacífico y la convirtió en uno de los personajes más emblemáticos del siglo XX.
Audaz e inteligente, Amelia decía que lo más difícil acerca de decidir era actuar, porque lo demás solo era tenacidad. Ella fue un ejemplo de ambas, de decisión y de tenacidad, para romper barreras que podían parecer imposibles para la sociedad en la que le tocó vivir y tal vez, en la actual.
Encontrar soluciones, muchas veces, implica aceptar recorrer un camino, dejando otro, que consideramos no es el más conveniente para los objetivos que deseamos alcanzar. Sin embargo, es imposible avanzar en la vida si no asumimos que cada acto humano es una decisión y este siempre tendrá consecuencias.
He compartido que debemos ser corresponsables (hacer lo que nos toca) para resolver los problemas que nos afectan desde nuestra casa y que se extienden a la sociedad a la que pertenecemos. Ser auténticamente corresponsable no permite que nos quedemos pasivos y demanda que nos involucremos.
Pensar que, por nuestra actividad o profesión, no estamos obligados a participar en nuestra comunidad, es un error que tristemente cometemos con frecuencia. Si queremos que las cosas cambien para bien, es indispensable tomar cartas en cada asunto que influye en nuestro entorno.
Hay muchos niveles de decisión y su impacto varía respecto de la importancia sobre lo que estamos eligiendo, pero la guía debe ser el beneficio de la mayoría y el bien común. Hacer el bien representa actuar de manera correcta, sin perjudicar a nadie, pero en ningún momento consiste en no actuar cuando nos corresponde.
Dejamos que muchas decisiones se tomen sin nosotros y aceptamos que hay estructuras e instituciones que las toman en nuestro lugar y nos adaptamos a ellas, muchas veces, aunque estemos en contra. La participación ciudadana real es la que supervisa y está al tanto de lo que se hará en la comunidad y propone mejoras a las normas y lineamientos que contempla no solo la Ley, sino los acuerdos en común que moldean nuestro comportamiento.
PUBLICIDAD
En ese ámbito de fomentar hábitos sociales que nos ayuden a todos, podemos influir más de lo que creemos, el problema es que no somos tenaces para que se transformen en los comportamientos correctos.
Desde el manejo de la basura que producimos en nuestros hogares, la forma en que conducimos un auto, la manera en que nos nutrimos y cuidamos la salud física y mental propias, optamos por el bienestar o por la conformidad.
Sé que el ritmo de vida influye mucho en el desarrollo de aspectos que perjudican nuestra vida cotidiana, pero veo con cierta preocupación que estamos retomando vicios sociales que habíamos identificado durante la pandemia y que ahora regresan como si nada nos hubiera pasado.
Olvidar es conveniente si lo que queremos es no corregir; solo que los problemas no se van al hacerlos a un lado, ahí están, y lo único que los desvanece es tomar acciones que les den una solución.
Regresar a un estado peor del que estábamos antes de la emergencia sanitaria, cuando nos referimos a la convivencia social será perder una oportunidad de oro de vivir en mejores condiciones sociales.
Empezamos a quejarnos de muchos aspectos que son parte de la tarea que nos toca como personas y como ciudadanos, es momento en que revisemos qué tanto de este malestar diario en las calles y en los espacios públicos tiene que ver con nuestra indecisión, la cual solo nos corresponde a nosotros.
Hagamos un balance y veamos qué no estamos resolviendo y qué podemos hacer para ir en la dirección que nos beneficie en lo colectivo. Lo demás, como decía Amelia Earhart, es pura tenacidad, y lo agregaría, constancia.