Las tradiciones nacen de la repetición y ésta ayuda a que no olvidemos lo que vale la pena. Es una celebración, ya sea con nostalgia o con alegría, de aquello que nos importa y de quienes nos importan a lo largo de nuestra existencia. Son fechas que permiten recordar, sanar y mirar las cosas desde otra perspectiva.
Estos días volvemos a homenajear a nuestros muertos, en circunstancias distintas al año pasado, al previo, con ofrendas, altares y actividades que regresaron a ser masivas y a ponernos en contacto directo.
Seguimos con precauciones y eso está bien, pero también es bueno que, poco a poco, empecemos esa nueva (y diferente) normalidad de la que hablábamos tanto, como esperando que a punta de palabras se cumpliera el deseo de volver a estar juntos sin preocupación.
Reviso, como muchos supongo, el número de personas que tristemente ya no se encuentran conmigo; son varias y su ausencia pesa en mí y en muchos que los quisimos y conocimos. Estoy seguro de que en muchos hogares el sentimiento es el mismo y cada uno de los que estamos vivos compartimos la falta de alguien más con ese sabor agridulce que tienen los años.
Sin embargo, también observo con gusto los adornos, los disfraces, el color de las flores y la fiesta que tanto nos identifica en el mundo y la cual dedicamos a esperar a nuestros difuntos con aquello que les gustaba comer y beber.
En el Servicio de Protección Federal, donde tengo el privilegio de ser el Comisionado, se pusieron ofrendas. Todas tienen fotografías de las y los compañeros que perdieron la vida durante éste y otros años.
De varios tuve conocimiento y miro sus rostros pensando en sus familias y en lo que vamos a echarlos de menos.
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Porque una institución se funda sobre una base de identidad y de pertenencia, dos sentimientos que ayudan mucho a llevar una carrera profesional -la policial- que no es sencilla y requiere de voluntad, compromiso y sacrificio.
Uno de los grandes distintivos del lugar donde trabajo es el cariño que la mayoría de los más de 10 mil integrantes tiene por el Servicio de Protección Federal y la manera en que en estas fechas se mantiene la memoria de gente que se vuelve familia por el tiempo que pasan juntos y que comparten en servicios y oficinas centrales.
Por eso, aprovecho estas fechas para pedirle a colaboradores, amigos y cercanos, que siempre celebremos la vida cumpliendo con el propósito que nos dé sentido y buscando metas que enriquezcan nuestro tiempo aquí.
Ese, pienso, es el mejor homenaje a los que se adelantaron por muchas circunstancias, en especial por la pandemia que tanto daño le hizo al mundo y que nos enseña que nadie tiene la vida comprada.
Tal vez eso es lo que hace de la existencia algo tan valioso y una aventura en toda la amplitud de la palabra, que es fugaz y por eso debemos sacarle jugo a cada instante. Regresar a la celebración, a pintarnos de catrina o de catrín, a compartir con los hijos y con los nietos una tradición nuestra que es admirada en el planeta, ayudará a sobrellevar pérdidas que con nada pueden olvidarse, aunque con el tiempo duelan menos.
Hagamos rendir cada momento, no dejemos palabras por decir y tampoco buenos detalles por hacer. Una sociedad que prospera, es una sociedad que recuerda para seguir adelante y superar obstáculos; que no olvida, pero continúa y se fortalece en la búsqueda de mejores circunstancias y del beneficio general que debemos construir aquí y ahora con esfuerzo y dedicación.