Opinión

Miedo, realidad y un martini en la mano

Miedo, realidad y un martini en la mano
Foto: Dreamstime

Para leer con: “Race for the Prize”, de The Flaming Lips

Una característica primordial de nuestra identidad consiste en no temer a la muerte.

Para eso está hecho el desfile del Día de Muertos: para gritar al mundo que la muerte en México es una fiesta colorida e inocua, casi como lo entendió la producción de James Bond, franquicia que se caracteriza por diseñar villanos que reflejan los miedos de la era.

Pero como no se teme lo que no se conoce, para eso está diseñado el miedo: una expresión emocional que abre la posibilidad a cuestionar lo que se ve y se siente antes de actuar.

Un profesor de Lenguaje de la Imagen se hizo famoso por repetir que era en la oscuridad donde mejor se conocía la esencia humana. Esto lleva a pensar en la introspección como una de las herramientas más eficientes para encontrar lecciones acerca de uno mismo, si es que ahí se puede encontrar una dimensión tangible de lo que es la realidad.

Siguiendo el ocioso ejercicio de transformar la realidad en un listado, es que trato de esquinar una definición del miedo, no solo que haga sentido, sino que no espante al ver de frente.

  • El invitado a la mesa que, por incómodo que se muestre, logra lo que difícilmente otras emociones
  • Fase inicial de un arrepentimiento
  • Ruido mental que se ostenta como compañero de banca: el puntualmente inoportuno
  • Soportable dosis de adrenalina que te prepara para lo que viene
  • Patrón habitual inflamado de opiniones
  • Caja almacenada en el sótano del inconsciente particularmente útil para arruinar momentos importantes
  • Don que adviene al no saber, para alertar y de algún modo, actuar

Definir es un acto de valentía: requiere perspectiva, certeza y tino. Claramente no fue este el caso. Para eso están los clásicos, para rescatar un texto como este cuando se necesita una definición que aclare el propósito de seguir leyendo hasta el final.

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Y, sí, Platón lo hace una vez más cuando pide disculpar a un niño por temerle a la oscuridad. Lo imperdonable, dice, es que un adulto tenga miedo a la luz. Y tal vez esta es la idea más cercana para investigar el concepto de realidad a pesar del miedo.

¿Qué es dicha luz, si no, capacidad lúcida para discernir? Para el caso de Platón, ver la realidad sin reificación ni proyección es tanto como volar sin alas.

De la misma forma con la que uno se sube a un globo aerostático, a un parapente o a un avión: representa cambiar el punto de vista al asomarse desde arriba y cuestionar: ¿Con base en qué te relaciones con el mundo? ¿Cómo experimentas eso que designas cuerpo? ¿Ves la realidad independiente al filtro de la percepción? ¿Dónde queda la libertad si somos una máquina de generar conceptos?

El mundo tiene la limitación del concepto. Trascender los conceptos no es dejar de pensar, sino dejar de pensar como habitualmente se hace: libre de aferramiento, sin discursividad ni distracción, liberando al juicio por falta de pruebas.

Por eso tal vez trascender los conceptos es hacer luz, como decía Platón: interiorizar la mirada y, en sentido estricto, no es perder el miedo sino comprender su raíz —uno mismo— para que cuando creas no temer a la muerte, agites y no revuelvas ese martini.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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