Humo en Nueva York

Las fotografías y los videos que se compartieron todavía esta semana en Chicago y Washington, hizo de la humareda que azotaba a Nueva York una emergencia internacional.
Las fotografías y los videos que se compartieron todavía esta semana en Chicago y Washington, hizo de la humareda que azotaba a Nueva York una emergencia internacional. Foto: (Especial)

Van tres semanas en las que el cielo de las principales ciudades de los Estados Unidos se llenan del humo que el viento les manda desde Canadá por una inusual racha de incendios forestales, tristemente muchos provocados por irresponsabilidad humana, tanto en el bosque, como en el aceleramiento de la temperatura global.

No es ningún consuelo compartir la mala calidad del aire, pero este fenómeno permite recordar que el cuidado del medio ambiente es un reto en cualquier lugar del planeta y que cada país comparte los mismos problemas cuando enfrentamos el cambio climático.

Las fotografías y los videos que se compartieron todavía esta semana en Chicago (una nota afirmaba que el humo había logrado llegar hasta España) y en Washington, hizo de la humareda que azotaba a Nueva York una emergencia internacional que no se detuvo ahí, porque otro fenómeno meteorológico, un “domo de calor”, cocinaba a Texas y a otros estados en ese mismo momento.

Durante muchos años, la idea de que las consecuencias de la contaminación solo eran graves en países en camino a desarrollarse terminó por convencer a varias sociedades industrializadas de que no tendrían inconvenientes si seguían apostando al consumo de combustibles fósiles y a otros tipos de consumo que se generaban en esas mismas naciones que veían de reojo. En realidad, fueron las grandes ciudades de Europa y también de los Estados Unidos las que sufrieron primero los efectos de la polución. Los Ángeles, por ejemplo, fue la metrópoli que en la década de los años 80 tuvo muertes masivas de aves y en el lejano 1952, las autoridades de Londres decretaron la suspensión inmediata de actividades luego de varios días de una impenetrable neblina a la que llamaron “el gran esmog”.

Canadá no parecería la nación más vulnerable a incendios forestales, tomando en cuenta que su territorio está ocupado por importantes extensiones de bosque y su cultura está relacionada con su cuidado y su preservación, al menos hasta ahora. Una serie de incendios se propagaron con tal velocidad (gracias al aumento de temperatura y a la falta de lluvia) que cubrieron el oeste canadiense, junto con la región vecina de los Estados Unidos, en una inexplicable racha de fallas humanas, recursos limitados y una falta de esa consciencia ecológica que pensábamos abundaba entre nuestros vecinos.

Si la historia es pendular, la historia sobre cómo hemos impactado al planeta con nuestra tecnología parece una rueda de la mala fortuna, porque tristemente cometemos los mismos errores en un ciclo que podría detenerse con la participación de las sociedades de esta alianza comercial que hemos desarrollado en Norteamérica, pero que también necesita estar enfocada en cuidar los recursos naturales de los que todavía gozamos.

Puede resultar irónico que varias generaciones de canadienses y estadounidenses hayan sido sorprendidas por el hecho de que el aire limpio es una garantía siempre y cuando hagamos lo que nos toca para que así suceda; tomemos, además, medidas para reducir nuestra huella en el ambiente y nunca acostumbrarnos (como ocurre en ocasiones en las grandes ciudades de nuestro país) a un calendario dominado por los días en que la calidad del aire es deficiente.

PUBLICIDAD

Aunque el avance de energías renovables es lento y está conectado a la dependencia que existe en nuestras naciones de los combustibles a base de petróleo y del uso del carbón para generar electricidad, el compromiso de las y de los ciudadanos de los tres países del Tratado, debe ser el de evitar que, por accidente o por intención, sigamos tolerando “temporadas” de incendios, como si éstas no pudieran evitarse o tampoco fuéramos capaces de disminuir el uso del automóvil y encontrar otras opciones de movilidad.

Como sociedades inteligentes nuestro objetivo debe ser competir en buena lid para ir hacia la cima de nuestro potencial y capacidades, esa es la aspiración de la especie humana que todos compartimos, sin embargo, la historia nos enseña que también podemos competir para saber quién puede llegar primero al fondo y estar peor. Eso, por encima de todas nuestras preocupaciones diarias, es lo que debemos evitar.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

Tags

Lo Último