Para leer con: “Here Comes The Sun”, de The Beatles
León Tolstoi pensaba que todas las familias felices se parecían, pero que cada familia infeliz lo era a su manera.
La circunstancia del estado de ánimo frente a la vida ha recorrido libros, teorías y escuelas de pensamiento sin saber qué hacer cuando se le tiene en frente.
Saber ver dentro
Al no necesitar documentación para generar curiosidad interna, la maniobra —extraña en estos tiempos— se reduce a invertir la dirección de la mirada y suspender el acto automatizado de volcarse obsesivamente sobre el exterior.
Buscar la felicidad en un estado de contentamiento aniquila cualquier posibilidad de encuentro. Entregarse a un estímulo sensorial demanda una liga que esclaviza y aparenta satisfacción. Pretender que la acumulación de bienes materiales o aplausos en público representan el cometido vital, aleja el sentido de propósito.
Una aproximación a la noción de felicidad es el estado mental de balance emocional en el que uno se siente francamente satisfecho con su vida. Solo que para encontrar ese estado uno tiene que empezar por saber —y querer— voltear hacia dentro.
Hablar de felicidad
Sobran ejemplos de quienes habitan un pequeño paraíso y lo detestan, siendo profundamente infelices. También hay quienes mantienen una elegante serenidad ante las adversidades.
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Por eso no hay duda de que el placer se consume a sí mismo conforme se experimenta, lo que prueba que el hedonismo o placer superficial, no tiene algo que ver con el concepto de felicidad, un estado que impregna todos los estados emocionales con franca serenidad y paz.
Felicidad es un concepto subjetivo que puede tener dimensiones y alcances muy distintos, pero no saber con precisión qué es la felicidad, representa un problema por sí mismo para cualquiera que pudiera estar interesado en ella. Solo que hablar hoy de felicidad resulta sobreestimado, ya sea por kitsch o trivial, frente a temas como el INE, las corcholatas o los Adversarios.
¿Qué relevancia puede tener, ser feliz?
Si la felicidad fuera un aspecto secundario en el proceso de vida, sería comprensible desdeñarla, ocultarla, ignorarla o evadirla, pero se trata de una condición que determina la calidad de la experiencia de una persona. ¿Por qué habría de ser trivializada?
Existen tantas miserias que nos distraen del vivir, que uno se contenta con un “aquí pasándola”.
El propio Tolstoi atinó a pensar también, que todo mundo —tarde o temprano quiere cambiar el mundo— pero uno difícilmente repara en cambiar como persona.