Los animales de compañía son parte integral de nuestras familias y, por ello, de nuestra sociedad. Tienen un papel bien ganado en la cohesión de muchas comunidades y han logrado que desarrollemos un sentido de respeto y de protección hacia seres sintientes que no son de nuestra especie.
Una sociedad inteligente puede identificarse por la manera en que trata a los animales, en general, y a los de compañía, en particular. Darles un lugar social no es una concesión y tampoco un acto exagerado, porque los beneficios de una cultura en contra del maltrato de los animales va más allá de un comportamiento ciudadano correcto.
Miles de gatos, perros, hurones, aves de distintos tipos, peces, y otras especies que cohabitan con nosotros, aportan a un sentido avanzado de cuidado del entorno, mantenimiento de áreas públicas, limpieza y seguridad.
Existe una relación directa entre un vecindario seguro y la oportunidad de salir a pasear con un animal de compañía. No importa qué ocurra primero, si el parque está bien alumbrado y por eso se puede convivir con otros dueños de animales de compañía o precisamente está bien alumbrado, porque hay muchas personas que salen a pasear con sus animales. En el fondo, lo que se obtiene es una comunidad que ocupa los espacios que son de todos, en lugar de que los ocupe la delincuencia.
En materia de salud, es un hecho que la presencia de un animal de compañía ayuda a reducir la ansiedad, el aislamiento y otros síntomas de la depresión. Contar con uno cerca, también permite que pacientes de enfermedades crónico degenerativas mejoren su estado, gracias a la empatía que se genera entre animal y persona.
Niñas y niños que crecen con un animal de compañía son más solidarios y preocupados por los demás, al tiempo que desarrollan un alto sentido de la responsabilidad, una característica que, como ciudadanos, demandamos todo el tiempo en nuestra conducta.
Ya en lo comunitario, una ciudad, un municipio, que protege a los animales, refleja un avance en el ejercicio de derechos y de libertades, además de convertirse en un sitio atractivo para vivir o visitar.
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Esta semana, el nuevo gobierno del Estado de México, encabezado por la maestra Delfina Gómez, anunció un ambicioso programa de protección de animales. Cualquier avance que se obtenga será histórico, porque ha sido hasta ahora que se plantea una respuesta a un problema social que tiene décadas sin una solución real en el amplio territorio mexiquense.
Sin embargo, el mayor cambio que hemos experimentado es la toma de consciencia acerca de los animales de compañía. Hoy, nadie que maltrate a uno y sea sorprendido, escapa de la acción de la justicia. Pocas cosas indignan tanto como un video o una fotografía de una persona agrediendo a un animal. Ese sentimiento se ha trasladado a la elaboración de iniciativas y de leyes que han hecho visibles las obligaciones que tenemos los humanos hacia otras especies. En un sentido más amplio, cuidar a los animales deriva directamente en el cuidado del medio ambiente, del agua y de otras formas de vida con las que compartimos en planeta.
Invertir en el diseño de políticas públicas enfocadas en la protección de los animales es una apuesta segura para dirigir a una sociedad hacia la paz y la armonía. La coincidencia social de darle importancia a los derechos animales puede desdoblarse en la participación de la gente en otras causas relacionadas con la seguridad, la organización vecinal y las mejoras de la infraestructura pública.
Los años que vienen pueden ser la línea de salida de una época en la que por fin actuamos como una sola sociedad para reducir nuestro impacto en el cambio del clima, a partir de hábitos sociales complementarios a lo que significa una buena convivencia pública, gracias a que entendemos la importancia de contar con las condiciones de vida adecuadas para nosotros y para nuestros animales de compañía.
Tal vez, las ciudades del futuro serán aquellas que abandonen la cualidad de ser “amigables con los animales” por una que sea ser “amigables con cualquier forma de vida”. Una característica que reforzaríamos como sociedad en colaboración de las autoridades que elegimos y que deberán convencernos de que tienen una agenda seria para establecer un entorno sustentable en todos los aspectos. Esa sería una ciudad en la que cualquiera de nosotros, y de nuestros animales de compañía, nos gustaría dejar a las siguientes generaciones.