A lo largo de los cinco años de la administración morenista, el gobierno federal ha abandonado a los mexicanos dentro de una ola de inseguridad, pobreza y muerte. Morena no se ha ocupado de resolver los problemas que más afectan a las familias mexicanas, es más, se la pasan excusándose y evadiendo sus responsabilidades.
López Obrador prometió que no endeudarían al país, que habría mejores servicios públicos, que acabarían con la inseguridad, que habría justicia y paz en nuestro país, pero nada de eso fue cierto. El régimen obradorista no supo ser un buen gobierno. Abandonó y le falló a los mexicanos.
Las cifras oficiales lo dicen, más de un millón de mexicanos han muerto por culpa de este gobierno. Fueron negligentes en atender la pandemia porque desmantelaron el sistema de salud, el resultado más de 800 mil personas fallecieron.
Dejaron sin medicinas y sin atención médica a los pacientes con enfermedades graves, hoy suman poco más de 200 mil fallecidos por falta de medicamentos. Y por si fuera poco, abrazaron a los delincuentes y dejaron en el desamparo a los mexicanos de bien, generando más de 175 mil asesinatos.
Por ello, las reformas que propone el presidente López Obrador –electoral, judicial y de pensiones-, no son más que una cortina de humo para ocultar las deficiencias de su gobierno e inmiscuirse en la contienda electoral. Lo que ha anunciado el presidente es una muestra más de su vileza, pretende destruir la democracia y quitarle sus ahorros y sus pensiones a los mexicanos. Esto, no se debe permitir.
Es claro que el primer mandatario quiere imponer sus intereses electorales antes que el bienestar de los mexicanos. Como su “corcholata” no es el tema de conversación dentro de las casas mexicanas, busca desesperadamente hacerle la campaña a la señora Sheinbaum. López Obrador es un candidato pero no un servidor público que entienda y atienda las necesidades del pueblo de México.
Por ello, urge un gobierno que sí piense en la gente, que se conmueva ante la muerte de sus propios ciudadanos, que no abandone a las policías a su suerte, que no pretenda borrar de un plumazo a los desaparecidos, que priorice la vida y no abrace a los delincuentes. Por eso la esperanza ya cambió de manos y está en las de Xóchitl Gálvez.