Una de las mayores problemáticas derivadas de la industria de la construcción es la producción de cascajo y otros residuos debidos a la edificación de inmuebles, conjuntos habitacionales, plantas industriales e infraestructura para el Valle de México.
Podrían calificarse como un mal inevitable los tiraderos de estos residuos que proliferan en toda la Zona Metropolitana. Sin embargo, parece que este capítulo se cierra, pues el Gobierno capitalino ya cuenta con su propia planta trituradora de residuos de la construcción. Es una medida que terminará con los tiraderos de cascajo que vuelven inutilizable los predios que ocupan.
Esta planta, amables lectores, tiene capacidad para recibir diariamente 500 toneladas de cascajo que serán procesadas y transformadas en concreto ecológico y bloques reciclados, que se usarán en banquetas y corredores de senderos seguros, entre otras obras para la Ciudad de México.
Esta planta se encuentra en un espacio limítrofe entre las alcaldías de Tláhuac y de Xochimilco. Su costo se estima en 39 millones de pesos y ocupa una superficie de 3 mil 500 metros cuadrados.
Esta planta se suma a dos que ya existen en la zona del Bordo Poniente, que son propiedad de la iniciativa privada. El gobierno local únicamente contaba con máquinas trituradoras portátiles que transportaban hasta los puntos donde se detectaban residuos de materiales tirados en vía pública.
Hay que reconocer, amables lectores, lo positivo de esta medida adoptada por las autoridades de la Ciudad de México, pues esta planta procesará 600 metros cúbicos al día de concreto ecológico, tiene una capacidad de recepción de 500 toneladas por día y de fabricación de bloques de 2 mil piezas, que equivales a 400 metros cuadrados de superficie al día.
El medio ambiente será el principal beneficiado con esta planta, si tomamos en consideración que se triturará el cascajo disperso por diversas áreas de la capital del país, afectando y deteriorando los suelos y los alrededores donde está depositado.
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Los ingenieros encargados de la edificación de esta planta de reciclaje de desperdicios de la construcción indican que se utilizaron los estándares más rigurosos de protección al medio ambiente y que su principal fuente de abastecimiento será la Laguna de San Gregorio, donde se calcula que hay alrededor de 14 millones de metros cúbicos de cascajo que quedaron de las construcciones caídas y derrumbadas después del terremoto de 1985.
Ojalá que esta planta ayude a terminar con los tiraderos de cascajo que proliferan en la Zona Metropolitana del Valle de México, situación que había sido olvidada por autoridades tanto del Estado de México como de la capital del país. Indiscutiblemente mejorará el paisaje urbano y esas zonas que ocupaban los tiraderos de desperdicios podrían aprovecharse para la creación de áreas verdes en beneficio de los habitantes.
Hasta la próxima.