Opinión

Columna itinerante: El “Canelo” Álvarez y el Auto-Tune por Camilo E. Ramírez Garza

Esto, puede, evidentemente, generar más de una objeción, sobre todo en quienes comparten una visión utilitarista de la vida y el deporte

Quien es digno en el triunfo, regularmente también lo es en la derrota

Jorge Forbes

Comencemos por el título: ¿qué tienen en común el boxeador Saúl “el Canelo” Álvarez y el auto-tune? A simple vista, nada, pero si lo vemos a detalle: ambos cumplen una función que permite incrementar, mejorar, poner a modo el performance, hasta cierto punto, simular algo que no se posee, sea capacidad deportiva o talento musical.

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El honor en el deporte se forja, entre otras cosas, a través del esfuerzo honesto y las competencias justas. En el caso del boxeo, con enfrentamientos en igualdad de circunstancias.

Someter al contrincante, contrato firmado, a condiciones desiguales de alimentación, pesaje y recuperación antes de la pelea, no solamente habla de un pésimo espíritu deportivo, sino de una práctica que raya en lo ilegal.

Esto, puede, evidentemente, generar más de una objeción, sobre todo en quienes comparten una visión utilitarista de la vida y el deporte. “¡Pero ganó un chingo de la nada!” –expresa con admiración más de una persona, sobre todo aquellas fascinadas con el resultado económico millonario por encima de la ética de los medios empleados para conseguir la victoria.

En ese sentido, los boxeadores El Canelo y Floyd Mayweather se asemejan: en las formas deshonestas o, si quiere usted, bastante cuestionadas desde un punto de vista ético en el deporte, del como conducen sus carreras, como el no someterse a las reglas escritas y no escritas del boxeo, condición de honestidad que permite que nazcan los verdaderos héroes deportivos.


El desprecio y rechazo que genera un deportista que ha ganado haciendo trampa, poniendo las cosas a modo es semejante al desprecio que suscita un artista cuando hace playback o emplea auto-tune, fingiendo tener un talento que no tiene.

Es un fraude, no tiene honor, simple y sencillamente porque su “éxito” es efecto de un engaño, su espectáculo es un montaje con otros fines, menos el de la contienda deportiva, la presentación de un verdadero talento musical.

Por otro lado, se pude decir que el Canelo es un buen deportista, que hace mucho ejercicio, que tiene buena condición, por supuesto, que sabe boxear, eso sin duda.

La cuestión radica en algo más fundamental: sus enfrentamientos no son del todo verdaderos, no son peleas, sino más bien coreografías acordadas, simple y sencillamente, porque no se enfrenta a rivales que le puedan ganar y si así lo pareciera, algo sucede entre los boxeadores que, además, en muchos casos, denota una actuación extremadamente acartonada durante el pesaje, la presentación oficial, el día de la pelea y posterior a la misma.

El precio que paga es no poder sentir orgullo verdadero como deportista, de ahí que tenga que destacar el empresario, por el dinero que se echó a la bolsa.

Se suele decir que cuando el poder del dinero toca algo tiende a degradarlo, y claro, en parte es algo que puede suceder, pero no necesariamente por el dinero en sí, sino por el uso y explotación que las personas hacen de las circunstancias.


Es decir, en el caso del deporte, por un rechazo al buen espíritu deportivo, a mantener el honor en la lucha, por colocar encima el lucro. Esta deshonestidad no tiene que ver sólo con el dinero, sino con la forma de la relación con el propio cuerpo, la actividad deportiva y el no honrar a todo el gremio en el que se está participando.

Los verdaderos héroes no necesitan atajos ni mentiras, no buscan simular lo que no tienen, o ganar a la mala, porque lo que hacen y consiguen siempre es genuino, tanto para ganar como para perder, sometiéndose ellos mismos a las reglas que aplican para todos, es decir, reconociendo la igualdad de circunstancias. De ahí el reconocimiento genuino que reciben del público.

*El autor es psicoanalista, traductor y profesor universitario. Instagram: @camilo_e_ramirez

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