Opinión

Desliza, consume, olvida: la era del contenido sin profundidad

Para leer con: “Less Than Zero”, de Elvis Costello

Estados de WhatsApp: Cómo compartirlos en historias de Facebook e Instagram paso a paso
Estados de WhatsApp: Cómo compartirlos en historias de Facebook e Instagram paso a paso Imagen creada con Grok de X

Hay videos de cinco segundos que resuelven la vida. ¿Cómo pelar una naranja con los pies? ¿Cómo doblar una camisa en dos movimientos? El universo cabe en un reel. La existencia se resume en “trucos”, y el conocimiento, en atajos.

Es la era del mínimo esfuerzo y de un máximo scroll. Pasamos horas frente a pantallas diseñadas para no hacer nada. La imagen no puede ser más gráfica: millones de personas miran tutoriales de productividad sin levantarse del sillón. Se ha vuelto normal que la información no transforme, sino que nos entretenga. El valor no está en la profundidad ni en la exigencia, sino en el entendimiento llano con el mínimo esfuerzo.

El algoritmo, que todo lo ve, sabe que estamos cansados. Por eso no nos reta, cuando mucho, arroja recompensas inmediatas. Ofrece tips en lugar de teorías, bailes en lugar de debates, motivación en frases cortas que caben en cualquier carrusel. La pereza ya no es un defecto, sino una oportunidad de mercado.

En este paisaje, la mera idea del esfuerzo se ha vuelto un género en extinción. No porque la gente haya dejado de trabajar duro, sino porque no es más una aspiración a perseguir. ¿Para qué leer un libro cuando puedes ver un resumen (con baile de un influencer, subtítulos y música de fondo)? La constancia, antes símbolo de carácter, ahora es percibida como torpeza: quien se esfuerza demasiado no entiende cómo funciona el juego.

Por supuesto, siempre ha existido contenido banal. Pero ahora es su consagración. No solo circula: se celebra. El video más visto no es el más profundo, sino el más fácil de replicar. Las ideas se diseñan para gustar antes que para incomodar. Así, el pensamiento pierde densidad, y la creatividad, complejidad. La atención, nuestra moneda más preciada y escasa, se gasta y entrena en cosas que duran menos que una respiración.

Las consecuencias trascienden al ocio. Si el éxito se presenta como algo que ocurre sin sudor —un “hack” más, una “pasada de listos”—, ¿quién estaría dispuesto a fallar, insistir y aprender? ¿Qué lugar queda para el error, ese maestro ingrato pero necesario en la formación? La superficialidad, elevada a estilo de vida, convierte la profundidad en una rareza.

No se trata de condenar las redes ni de romantizar la fatiga, sino preguntarnos qué valores estamos premiando cada vez que deslizamos el dedo sobre la pantalla. Porque lo que hoy parece solo entretenimiento, mañana será cultura.

Y en una cultura sin esfuerzo, ¿qué clase de futuro se puede construir?

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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