Leobardo Gómez González, expanista, munícipe de Tihuatlán, Veracruz, sigue contraviniendo los principios que Claudia Sheinbaum y Luisa María Alcalde, presidenta de su partido, han manifestado en contra del nepotismo para evitar que familiares hereden cargos por elección popular, y es que su hijo, Edwin Gómez González Ortíz, es candidato a síndico, y su sobrino, Édgar Alan Gómez, aspirante a segundo regidor, apoyados por todo el aparato de estado.
Ya que Estefani Galasi Gómez, su prima, es la delegada del Bienestar en Poza Rica, dos juniors que viven en Ciudad de México, y que contenderán por el municipio que hoy gobierna Gómez González, quien en unas semanas heredará el municipio que gobierna como si fuera su propio reino.
Gerardo Fernández Noroña, el senador que ha hecho de los insultos su sello personal, ahora usó su investidura para algo más: obligar a un ciudadano a disculparse públicamente... en el mismísimo Senado de la República. Sí, como si fuera programa de reality político, Noroña convirtió el recinto legislativo en un escenario de escarmiento público. Todo por una confrontación menor.
El mensaje fue claro: “si te metes conmigo, te aplasto con el aparato del Estado”. El abogado que se le enfrentó en una sala VIP tuvo que agachar la cabeza ante cámaras. ¿La razón? No desafiar al poder. Porque aquí la dignidad civil quedó a merced del ego político. Y si empezamos a normalizar estos espectáculos autoritarios, lo que estamos perdiendo no es solo la crítica: es la libertad misma.