Opinión

La molécula de la generosidad y la confianza

La violencia, el egoísmo, la polarización y la indiferencia parecen haberse instalado como modos de vida

No se ve, no se toca y no se vende en farmacias, pero puede transformar relaciones, empresas y hasta sociedades enteras. Me refiero a la oxitocina, esa pequeña gran molécula que nuestro cuerpo produce de forma natural y que tiene efectos gigantescos en cómo nos relacionamos con los demás.

Durante años se pensó que su función era meramente biológica: facilitar el parto, la lactancia y reforzar el vínculo entre madre e hijo. Hoy sabemos que va mucho más allá. La ciencia ha demostrado que la oxitocina es la molécula clave detrás de comportamientos como la empatía, la generosidad, la colaboración y, sí, la confianza.

Publicidad

Cuando damos un abrazo sincero, cuando ayudamos a alguien sin esperar nada a cambio, cuando somos escuchados con atención o cuando compartimos una comida en familia, liberamos oxitocina. Es, en muchos sentidos, la química de lo humano. La química del bien.

¿Por qué es tan importante hablar de esto? Porque vivimos tiempos de enorme desconfianza. La violencia, el egoísmo, la polarización y la indiferencia parecen haberse instalado como modos de vida. Pero no es destino. Es contexto. Y se puede cambiar.


En mi experiencia, tanto en la sociedad civil como en la administración pública y en el ámbito empresarial, he comprobado que cuando las personas se sienten escuchadas, respetadas y valoradas, todo cambia. Hay más cooperación, menos conflicto. Más construcción, menos destrucción. Más soluciones, menos excusas. Y eso tiene una base biológica: se activa la oxitocina.

Esta molécula no distingue clases sociales, ideologías o edades. La oxitocina se libera igual en un niño que comparte sus juguetes que en una comunidad que se organiza para mejorar su entorno. Y lo más poderoso: mientras más la usamos, más la generamos.

El Mundo necesita más oxitocina. Necesita más actos de generosidad cotidiana, más líderes que confíen en su gente, más proyectos que pongan a la persona al centro. Necesitamos entender que ser generosos no es ingenuo, es inteligente. Que confiar no es un riesgo, es una apuesta por un país mejor.

¿Y cómo se aplica esto en la práctica? Aquí van algunas ideas sencillas, pero poderosas:


• Abraza más. Sí, literal. El contacto humano sincero genera confianza.

• Escucha activamente. No interrumpas, no juzgues. Escucha con el corazón.

• Haz favores sin esperar nada. La generosidad desinteresada es contagiosa.

Publicidad

• Da las gracias con intención. Agradecer también genera oxitocina.

• Comparte lo que sabes. El conocimiento no se gasta, se multiplica.

• Construye equipos que cooperen, no que compitan por sobrevivir.

Publicidad

• Confía primero. Porque alguien tiene que dar el primer paso.

Como sociedad, estamos urgidos de reconectarnos. Y la oxitocina, aunque invisible, es una gran aliada para ello. Podemos enseñarla en casa, en la escuela, en la empresa y desde el gobierno. No necesitamos un gran presupuesto para hacerlo. Necesitamos voluntad, empatía y una visión clara: servir a los demás también es una forma de cuidarnos a nosotros mismos.

Publicidad

Porque cuando uno confía, cuando uno da sin calcular tanto, cuando uno actúa con generosidad, no solo cambia su entorno: se transforma a sí mismo.

La oxitocina no es magia, pero sus efectos pueden parecerlo. Comienza Ya!

Publicidad

Aplícate Hoy Mismo! Comienza con 10 Abrazos al Día!!!!!!

Síguenos en Google News:Google News

Contenido Patrocinado

Lo Último