Opinión

Columna Itinerante: Cuando fallece un ser querido

Cuando fallece un ser querido
FOTO: GALO CAÑAS/CUARTOSCURO.COM

“Hay que cerrar los ojos de los muertos

porque vieron la muerte y nuestros ojos

no resisten esa visión.

Al contemplarnos

en esos ojos que nos miran sin vernos

brota en el fondo nuestra propia muerte."

José Emilio Pacheco

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Y una vez más, como las granes experiencias insondables, el universo estrellado, el amor, la casualidad, la risa, el silencio…se presenta la muerte en nuestras vidas. Aunque se la espere, siempre llega de improviso, cuando no correspondía, incomodando, sorprendiendo, cortando el tiempo en un antes y un después; después de su actuación nada permanece igual, asemeja a un naufragio en el incierto y obscuro horizonte acuático del océano que, al igual que las embarcaciones en aguas embravecidas, el cuerpo se sacude, tiembla, se lamenta.

Quien estaba ya no está, simple, crudo, objetivamente frío. Sólo quienes fueron testigos de las andanzas de esa vida, pueden degustar la amarga experiencia, los demás van y vienen en sus actividades cotidianas —también a ellos les alcanzará un día esa experiencia— que, quizás para quienes ahora, en este momento de sus vidas, por el sufrimiento que atraviesan, la felicidad ajena les parece una obscenidad, algo inaudito, cómo es que pueden estar tan campantes, frescos y felices.

Es que su sufrimiento tiene que ver con la soledad de la singularidad de cada persona, que hace que el mundo sea casi siempre sólo mi mundo, lo más inmediato y contingente de la existencia.

Quien estaba ya no está, y entonces se abre un vacío en mi mundo, en aquello que se vivía día a día de manera compartida, son diversas pérdidas: de la persona querida que ha fallecido, de lo que compartíamos y de aquella persona, que, de cierta manera, se era cuando se entraba en relación con quien ahora inicia un tránsito de la presencia a la ausencia, a través del camino de la elaboración de su vida en recuerdo, relato, evocación.

¿Será que recordar es, de alguna forma, volver a vivir o quizás es algo diferente, algo que todavía no recibe un nombre, pero que cala hondo y nos arroja de lleno a la labor de duelo?

Todo trabajo de duelo, digamos de digestión, del atravesar o transitar por la experiencia, requiere, de alguna forma, como lo ha planteado Massimo Recalcati en su libro “La luz de las estrellas muertas”, tres elementos: tiempo, ya que no existe dolor humano, existencial que se ahorre mediante ciertos artilugios el pasaje necesario que implica las experiencias durante la vida, sobre todo las que entran en relación íntima con el amor, la vida, las relaciones familiares, de amigos, de pareja…

Si el duelo duele es justamente porque se ha amado, porque se ama, porque se vivió algo, porque precisamente ahí se estuvo alguna implicación profunda; otro componente del trabajo del duelo es el ejercicio de la memoria, el poder “pasar” a la persona querida que ha fallecido y las experiencias compartidas del mundo tangible al de la memoria, elaborar su vida en frases, como si se le convirtiera en una especie de libro, como decía Freud respecto al funcionamiento que el aparato psíquico, la mente, tenía que hacer de tiempo en tiempo y de cuando en vez, sobre la transcripción de las huellas mnémicas en diferentes estratos de la memoria, en bloques, en distintos momentos de la vida, de ahí, por ejemplo, que el recuerdo de nuestra vida sea diferente, específico, en diferentes momentos y circunstancias; y por último, el sufrimiento, quien se ha ido hace que duela el cuerpo, en ese sentido, el duelo no es un evento abstracto sino de cuerpo, lágrimas, palabras, silencios…

En resumen, de la articulación de los tres elementos: tiempo, memoria y sufrimiento, se puede transitar por la experiencia del trabajo del duelo, una vivencia que siempre es singular y diferente.

*El autor es psicoanalista, traductor y profesor universitario. Instagram: @camilo_e_ramirez

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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