Opinión

El día que me suicidé y no morí en el intento

Este 10 de septiembre se conmemora el Día Mundial para la Prevención del Suicidio según la Organización Mundial de la Salud.

¡Qué tema tan delicado y cómo abordarlo!

En el último año hemos perdido a reconocidos nombres como Anthony Bourdain, Aviici, Kate Spade, quienes se suman a una larga lista de personas quienes el seguir viviendo con tanto dolor y desesperanza les resultó imposible, recurriendo a quitarse la vida que tanto mal les hace.

«El último acto valiente de un cobarde” he oído decir en más de una vez.

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Antes de ellos puedo mencionar a Pedro Armendáriz Hastings quien agotado de su lucha contra el cáncer a los 51 años de dio un tiro en el pecho, Robin Williams optó hacer lo mismo más por la imposibilidad de lidiar con el Mal de Parkinson que la supuesta depresión que lo llevaron a colgarse con un cinturón en su casa.

Aquí en México tenemos igual incidencia de suicidios: Antonieta Rivas Mercado, a sus 30 años, tomó la pistola de su amante -José Vasconcelos- con quien viajaba en Paris, con pistola en su bolso se dirigió a la catedral de Nôtre Dame, se arrodilló en la nave central y en punto de las 12:30 hrs del 11 de febrero se dio un tiro en la cabeza, terminando con lo que ella misma llamó “una existencia errabunda”

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En el marco del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, a conmemorarse el 10 de septiembre, la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio (IASP) y la Organización Mundial de la Salud revelan que cada día alrededor de tres mil personas ponen fin a su vida, 20 de las cuales cometen suicidio y al menos una lo consigue.

De acuerdo al Instituto Nacional de Geografía (Inegi), el grupo más vulnerable de cometer suicidio son las mujeres jóvenes; sin embargo, los hombres son quienes cometen un mayor número y con más éxito, debido a que los métodos que eligen son definitivos (armas de fuego). En tanto, ellas eligen métodos menos letales (pastillas o cortes).

Entre las causas más frecuentes de suicidio se encuentran:

1. Problemas afectivos (desamor o violencia)
2. Ausencia espiritual (conflictos de personalidad, existenciales y trastornos mentales)
3. Problemas económicos y sociales (abandono de hogar o padres, trata de personas, bullying)
4. Depresión y enfermedades crónicas o definitivas (una de las características determinantes es la presencia de dolor).

Y es precisamente en este último punto del cuál parto para iniciar el relato : ese dolor que va más allá de lo físico, un dolor que no da tregua, que nebula a los sentidos y confunde al alma.

Paula, trató de suicidarse: Primero ingirió 200 pastillas de clonazepam, al no surgir efecto, se cortó las venas y al seguir consciente se metió al horno de la estufa con el gas abierto.

“Sin duda hubo varios factores que me vulneraron y expusieron o hicieron suicida: el terrible proceso de divorcio que viví, la muerte de mi hermano, el diagnóstico de una enfermedad terminal, pero nada, nada puede ponerle peso ni descripción al dolor que estaba sintiendo, y no me refiero al dolor físico, me refiero al dolor de tu alma, de tu propia esencia.

Estaba fuertemente medicada para la depresión con medicamentos que están prohibidos en EU por sus efectos secundarios, que incluyen brotes psicóticos y manías:

ARIPIPRAZOL, mejor conocido como Abilify, Triazolam / Halcion para poder domir y una serie de anti-psicóticos:

Aripiprazol (Abilify®)
Asenapina (Saphris®)
Clozapina (Clozaril®, FazaClo®)
Olanzapina (Zyprexa®)
Quetiapina (Seroquel®)
Risperidona (Risperdal®)
Ziprasidona (Geodon®) que lejos de sacarme de donde estaba me sumieron en lo más oscuro y tenebroso de mi ser.

Nunca antes tuve fantasías ni actos suicidas, tras mi intento de suicido y suspender de tajo todos lo medicamentos nunca mas los volví a tener.

Llevaba seis meses saliendo con mi pareja, y en pleno proceso leonino de divorcio con mi ex esposo quien no me dejaba ver a mis hijos.

Me levanté ese día normal, bien, tranquila a pesar de todo. Por primera vez en tres años de separada tenía paz. Pensaba que el problema de ver a mis hijos se resolvería favorablemente, acaba de firmar mi divorcio y el acuerdo de convivencia y visitas con mis hijos y estaba finalizando de pagar y organizar nuestras vacaciones cuando recibí mensaje de mi ex marido diciéndome que los niños no vendrían ¡porque no deseaban verme!

El fin de semana anterior, mi hijo más pequeño no se había querido regresar a casa de su papá y mientras lo bajaba del coche en contra de su voluntad y lo entregaba, mi pequeño me gritaba : ¿por qué me odias mamá? ¿Por qué no me quieres? ¿Por qué me abandonas?

Por un momento, Paula deja de hablar mientras la garganta se le cierra con el llanto que inútilmente trata de ahogar, sus ojos verdes se ven mas verdes con lo rojo de sus lagrimas.

Le extiendo mis manos, mismas que me toma y al hacerlo veo las dos cicatrices horizontales sobre sus muñecas

“Soy una pendeja, ni suicidarme pude. Resulta que hay que cortar así en vertical y a lo largo y no en horizontal… las 200 putas pastillas que me tome cuidadosamente masticadas y mezcladas con avena valieron madres! Resulta que la avena es alcalina y lo que yo usé para no vomitar me recubrió el estómago y la absorción de las mismas.

-¿Pero Paula, pregunto, ¿de qué despertaste a qué decidiste suicidarte qué pasó ?

Te digo que el cabrón del “regalito” (mi ex marido, a la fecha he justs keeps on giving ) explica riéndose a pesar de sí misma- me mandó WhatsApp diciendo que no vería a mis hijos, que él me avisaba cuando me quisieran ver. Luego con Cayetano ( el novio) había quedado en hacer algo y me lo canceló .

Me di una emputada y ahí algo tronó o se rompió, sentí la inmensidad de mi soledad y mi desesperación y fue cuando dije : ¡A la chingada!

Mi primer pensamiento fue aventarme del techo pero pensé ¿donde no me muera y quede mal? Ya había habido un caso hace unos años de una conocida “que se había caído de las escaleras de aluminio mientras limpiaba los vidrios de su casa”.

Mi ex marido me había amenazado varías veces en suicidarse, un día llegó con una pistola 9mm se la metió a la boca y luego me dijo que yo no sabía lo que era vivir pensando en pegarte o no un tiro. Yo no tengo armas y no quería hacer un batidero.

Fue cuando pensé en las pastillas, siempre tenía un surtido de clonazepam extra porque a veces, cómo con tantos otros medicamentos no los surten.

Así que empecé a masticar pastillas de 2 mg intercalados con cuadritos de cereal de avena.

Hice una pequeña maletita con objetos de valor y una maceta con una planta de mandarina y le pedí a mi socio que pasara con el portero por ella, que yo ya me iba y que no podía más con tanto dolor .

Me preguntó, ¿a dónde te vas? y le dije que ya estaba en un hotel de paso en la salida a Pachuca.

Me subí a la azotea y escondí debajo de los tinacos rezando un rosario esperando que el tiempo se hiciera cargo del fin, pero el tiempo pasó y el fin no llegó, muy exaltada bajé, entré por la cocina y entonces fue cuando pensé que cortarme las venas -que también valió madres- y el tiro de gracia fue meter medio cuerpo, cabeza por delante al horno con la válvula de gas abierto.

No sé cómo llegó mi hermano Jaime, quien tiene el síndrome de la bata blanca, es decir, ve algún médico y se desmaya. Entre él y Cayetano (el novio) me sacaron y me llevaron al hospital.

Tengo recuerdos aún en la sala de urgencias de las miradas de enojo de mi hermano mayor escribiendo mal encarado en su blackberry a la vez que me echaba miradas fulminantes.

Me suturaron las muñecas y me lavaron el estómago.

“Pura fibra», comentó uno de los médicos.

Sí contesté muy orgullosa de mí, por mis buenos hábitos.

Me subieron al cuarto ya de madrugada y en algún momento me arranqué la sonda con la que estaban lavando el estómago. Pasé cuatro días noqueada con un cañonazo de medicamento, cuando desperté estaba esposada al barandal de la cama .

Cuando salí de estupor inducido por mas medicamentos nadie me preguntó: ¿por qué?

A la semana me dieron de alta y me mandaron a mi casa, querían que tuviera una “enfermera fantasma” que ni es enfermera ni fantasma. Para bultos ya tenía conmigo misma.

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Cuando llegué a mi casa lo peor fue el proceso de adicción: por las noches me daban ataques con fiebres, temblores, la boca se me jaló hacia un lado y no podía mantener ni la cabeza ni los brazos sin que me temblaran. Me dieron una lista con más de 20 medicamentos mismos que no tomé ni uno.

A las tres semanas del incidente me mandó llamar el médico con estrictas órdenes de que debía ir acompañado con un familiar: fui con mi papá.

La consulta fue kafkiana: lo primero que me dijo fue qué bueno que te veo me deben 70 mil de honorarios.

Con ese sentido del humor negro que me caracteriza me voltee con mi papá y le dije “y que conste que no me lo cogí” así que no sé por qué está cobrando.

Le informé que no había tomado ni una de las medicinas y que antes de tomarlas quería saber para qué eran, a lo que me respondió que eso lo tenía que ver con el neurólogo que él no sabía.

Cuando me preguntó cómo me sentía y le dije que no entendía por qué había yo reaccionado y atentado en mi propia contra se congratuló y volteó lleno de arrogancia con mi papá:

¡Son las medicinas ! Están sirviendo

¿Que parte de NO ME LAS TOMÉ no le quedó claro ?

Con más preguntas pertinentes a su ego y a reafirmar lo muy «chingón» que era como psiquiatra.

Finalmente terminó la consulta diciendo que no me podría atender más puesto que si yo volvía a intentar suicidarme y esta vez lo lograba sé reflejaría muy mal en su currículum y su prestigio.

Por suerte venía mi papá conmigo y escuchó todo tal cual, porque de lo contrario jamás me hubieran creído.

Nunca más tuve o he tenido ni pensamientos ni fantasías suicidas.

Nadie -Salvo mi mamá- me preguntó por qué lo había hecho.

No podía más con el dolor, el sufrimiento del espíritu me estaba aniquilando.

El novio Cayetano salió por patas al mismo tiempo que yo salí del hospital.

Me acusó de manipuladora y de que yo siendo tan perfeccionista convenientemente hubiera fallado.

Unos años después, una de sus hijas se suicidó con una de sus pistolas, se voló el paladar no sin antes dejar una nota diciendo cuán difícil y dolorosa era su vida y cómo no podía seguir más.

Hace dos años un querido amigo se pegó un balazo en la cabeza. Tan sólo el día anterior había estado con él.

Ahora cargábamos su cuerpo con agentes del MP a la ambulancia del Semefo.

Por primera vez en mucho tiempo pensé en lo que había hecho. Y sentí remordimiento

El suicidio es mucho más de lo que hasta ahora se ha dicho y de lo que se quiere hablar.

Si realmente queremos prevenir, tenemos que empezar por entender, por no juzgar y saber que no es cuestión de echarle ganas.

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