Abú Ibrahim al Hashimi al Quraishi, líder de Estado Islámico desde octubre de 2019, ha muerto este jueves en el marco de una operación de las fuerzas especiales estadounidenses en la provincia siria de Idlib (noroeste), al igual que ocurriera con su predecesor, Abú Bakr al Baghdadi, en octubre de 2019.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha realizado el anuncio en un comunicado en el que ha indicado que Al Hashimi, cuyo nombre real era Muhamad Said Abdelrahman al Maula –también conocido como Haj Abdulá y Abdulá Qardash–, «ha sido sacado del campo de batalla» por las fuerzas estadounidenses.
Si bien por el momento no han trascendido detalles sobre la operación, fuentes oficiales citadas por el diario ‘The New York Times’ han resaltado que el líder yihadista murió al inicio de la operación tras activar una bomba que causó su muerte y la de varios miembros de su familia, incluidas mujeres y niños.
Al Hashimi ha sido una figura esquiva desde que asumiera el control del grupo tras la muerte de Al Baghdadi en una operación en Idlib en la que se inmoló tras verse acorralado por las fuerzas estadounidenses, sin llegar a aparecer en público en más de dos años.
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Estado Islámico se ha mostrado reacio a dar información sobre su líder, que fue designado como sucesor por el propio Al Baghdadi poco antes de su muerte, por lo que Estados Unidos anunció que daría diez millones de dólares por datos que pudieran llevar a su identificación o localización.
A pesar de ello, el portal New Lines Magazine indicó en abril de 2021 que Al Hashimi había sido una figura destacada entre grupos yihadistas iraquíes durante las últimas dos décadas que posteriormente había ascendido entre las filas de seguridad y los círculos religiosos de Estado Islámico.
Según los documentos a los que tuvo acceso este medio, Al Maula nació en 1976 en la localidad iraquí de Mahlabiya, en la provincia de Nínive. Su padre, que fue imán de la mezquita Furqan de Mosul entre 1982 y 2001, tuvo dos esposas, siete hijos –de los cuales Al Hashimi era el menor– y nueve hijas.
El experto en Estado Islámico Hasán Hasán indicó en 2020 en un artículo del Center por Global Policy (CGP) que el hombre fue capturado en 2008 en Mosul por las fuerzas estadounidenses al considerarse que era el ‘número dos’ de Al Qaeda en Irak (AQI) en la ciudad, tras lo que se especuló que podría haber coincidido con Al Baghdadi en Camp Bucca, un conocido centro de detención estadounidense en Irak.
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El periodista Feras Kilani, que trabaja para New Lines Magazine y la cadena de televisión británica BBC, resaltó en dicho artículo que Al Hashimi había asumido importantes competencias ya antes de la muerte de Al Baghdadi y era conocido como una persona con un gran intelecto y conocimiento del funcionamiento de Estado Islámico.
De hecho, fuentes oficiales iraquíes aseguraron que Al Baghdadi le había mantenido alejado del campo de batalla para asegurarse que podría sucederle llegado el momento, dando un especial valor a su conocimiento de temas religiosos y del funcionamiento interno del grupo yihadista para garantizar su supervivencia.
El nombramiento se vio además determinado por la muerte de varias personas muy cercanas a Al Baghdadi, entre ellas el ‘número dos’ de Estado islámico, Abú Mutaz al Quraishi, alias Muslim al Turkmani, en un bombardeo de la coalición en agosto de 2015 en Mosul, o Abdulrahman al Qaduli al Anbar, alias Abú Alí al Anbari, quien murió en marzo de 2016 en enfrentamientos con las fuerzas estadounidenses.
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PERFIL PÚBLICO MUY BAJO
El nombramiento de Al Hashimi e hizo oficial el 31 de octubre de 2019 a través de un mensaje difundido por la agencia de noticias Amaq, uno de los canales de propaganda de Estado Islámico. En dicho mensaje se hizo hincapié en que pertenecía a la tribu de los coraichitas o quraish, a la que perteneció al profeta Mahoma.
Esta condición de ser miembro de la tribu también se le atribuía a Al Baghdadi y le permitió declararse ‘califa’ en 2014. Asimismo, el nuevo portavoz del grupo, Abú Hamza al Qurashi, incidió igualmente en la autoridad del nuevo líder del grupo y dijo que se trata de un erudito religioso y un «experimentado comandante».
Desde entonces, y al contrario que Al Baghdadi, Al Hashimi mantuvo un perfil público muy bajo y en los más de dos años que ha estado al frente del grupo yihadista no ha realizado ninguna declaración pública a través de los canales de Estado Islámico ni han trascendido imágenes o vídeos de su persona.
El periodo de liderazgo de Al Hashimi al frente de Estado Islámico ha coincidido con una etapa en la que el grupo sufrió la pérdida de su ‘califato’ territorial después de que las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) –una coalición de milicias lideradas por las kurdas Unidades de Protección Popular (YPG) y apoyadas por la coalición encabezada por Estados Unidos– tomaran en marzo de 2019 la localidad de Baghuz.
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La pérdida de Baghuz, último bastión de Estado Islámico en Siria, confirmó una derrota militar que vino precedida por la victoria de las fuerzas de seguridad iraquíes –apoyadas por Estados Unidos y una serie de paramilitares respaldados por Irán– en su lucha contra el grupo en diciembre de 2017.
EXPANSIÓN DE LAS ‘PROVINCIAS’
Desde entonces, el grupo mantuvo una estrategia destinada a reagruparse y reforzar sus rangos en ambos países, cuna de la declaración de su ‘califato’ en 2014, mientras que se impulsaba un proceso de «descentralización» que llevó a un refuerzo de las operaciones en otras zonas del mundo, especialmente en África.
Además, decenas de células yihadistas permanecieron activas en Irak y Siria y han perpetrado decenas de atentados, lo que llevó a expertos internacionales y a Naciones Unidas a alertar del refuerzo del grupo durante los últimos meses. Esto quedó patente en enero con el asalto contra la prisión de Ghueiran, en la provincia siria de Hasaka (noreste).
El ataque, el mayor desde marzo de 2019 en Irak y Siria, se saldó con la muerte de más de 200 personas, en medio de un intento de Estado Islámico de liberar de prisión a cientos de yihadistas. Un asalto que recordó a la operación ‘Rompiendo los Muros’ –entre 2012 y 2013–, que permitió liberar a muchos de sus líderes, lo que derivó posteriormente en su ofensiva relámpago en 2014.
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Sin embargo, las ‘provincias’ más activas durante los últimos años han sido Estado Islámico en África Occidental (ISWA) y Estado Islámico en el Gran Sáhara (ISGS), que operan en la cuenca del lago Chad y la zona conocida como ‘las tres fronteras, entre Malí, Burkina Faso y Níger, donde ha protagonizado además importantes tensiones con grupos terroristas como Boko Haram y el Grupo de Apoyo para el Islam y los Musulmanes (JNIM), rama de Al Qaeda en Malí.
Tanto ISWA como ISGS sufrieron además importantes varapalos en 2021 con la muerte de sus líderes, Abú Musab al Barnaui y Adnan Abú Walid al Saharaui, respectivamente. Al Barnaui murió en enfrentamientos en Nigeria, según anunció el Ejército del país africano, mientras que Al Saharaui falleció en un bombardeo ejecutado por la Fuerza Aérea francesa.
El refuerzo de las operaciones de Estado Islámico en África se vio materializado además en el surgimiento de Estado Islámico en África Central (ISCA), que opera principalmente en el este de República Democrática del Congo (RDC) –donde se habría visto respaldado por la jura de lealtad de las Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF)– y el norte de Mozambique.
A ello se suma un aumento de las operaciones de Estado Islámico Jorasán (ISKP), rama del grupo en Afganistán, que ha estado detrás de decenas de atentados contra la población civil y los milicianos talibán desde que el grupo se hiciera con el poder en agosto de 2021 tras la huida del país del hasta entonces presidente, Ashraf Ghani.