La escala Saffir-Simpson, utilizada actualmente en todo el mundo para clasificar huracanes, surgió en 1969 como una herramienta de prevención ideada por el ingeniero civil Herbert Saffir y el meteorólogo Robert Simpson, entonces director del Centro Nacional de Huracanes (NHC) de Estados Unidos. Su creación fue impulsada por la necesidad de evaluar de forma sencilla y comprensible los posibles daños provocados por huracanes en zonas vulnerables.
Saffir diseñó originalmente la escala como parte de un proyecto de las Naciones Unidas enfocado en viviendas de bajo costo en regiones propensas a ciclones tropicales. Inspirado en la escala de Richter, que mide la magnitud de los terremotos, propuso una clasificación de cinco niveles basada en la velocidad del viento y los daños estructurales esperados. Su idea era proporcionar una herramienta clara para ingenieros, autoridades y comunidades en riesgo.
¿Cuál fue la aportación de Robert Simpson?
Posteriormente, Robert Simpson enriqueció el concepto incluyendo otros efectos devastadores de los huracanes, como las marejadas ciclónicas y las inundaciones, ampliando así su utilidad para la protección civil y la toma de decisiones en situaciones de emergencia.
La escala fue presentada públicamente en 1973, con el paso del tiempo, se consolidó como un estándar internacional para el monitoreo de ciclones tropicales.
En 2009, la escala fue ajustada para centrarse exclusivamente en la velocidad del viento sostenido, eliminando factores como presión barométrica y oleaje, con el objetivo de lograr mayor precisión y evitar confusión en su interpretación.
¿Cómo ayudó la escala Saffir-Simpson en la medición de Erick?
El reciente fenómeno meteorológico Erick, que tocó tierra en la madrugada del 19 de junio de 2025 como huracán categoría 4 en las costas de Oaxaca y Guerrero, demostró la relevancia de esta herramienta.
Erick alcanzó vientos sostenidos de 230 km/h antes de debilitarse rápidamente tras impactar tierra, y durante su desarrollo fue monitoreado con base en la escala Saffir-Simpson, permitiendo emitir alertas oportunas en estados como Oaxaca, Guerrero y Chiapas, hasta su degradación a tormenta tropical.
Gracias a esta escala, las autoridades mexicanas pudieron anticipar con precisión la intensidad del fenómeno y coordinar acciones de prevención frente a lluvias torrenciales y vientos extremos, reduciendo así los riesgos para la población. Ahora, más de medio siglo después de su creación, la escala Saffir-Simpson sigue siendo una pieza fundamental en la gestión del riesgo ante huracanes.