Reconocida como un gran referente de la fotografía en América Latina, capturó a personalidades del siglo XX con sensibilidad, técnica y dominio magistral de la luz.Cuando Ricardo Sanguinetti volvía del colegio, en lugar de jugar o ver televisión, se encerraba en el laboratorio de su madre para secar y esmaltar copias fotográficas. Su hermana Alicia, en tanto, pasaba las mañanas archivando negativos y retocando imágenes.
"Tuvimos una crianza poco común para la época, en un entorno de artistas e intelectuales, sin la figura tradicional de ama de casa y padre proveedor. Prácticamente nacimos entre las cubetas”, recuerda Alicia Sanguinetti en entrevista con DW.
El estudio de Annemarie Heinrich, fotógrafa argentino-alemana, alcanzó gran notoriedad en los años 40 y su producción se extendió hasta los 80. En sus jornadas más activas, podía imprimir cientos de fotos. Su archivo —de más de 350 mil imágenes— reúne retratos de figuras como Borges, Carmen Miranda, Neruda, Evita y Mercedes Sosa, además de desnudos y registros de sus viajes por América Latina.
"Aunque se le asocie con el espectáculo, desarrolló un lenguaje fotográfico propio, como la superposición de imágenes para crear metáforas visuales. Además, se abrió camino en un mundo donde predominaban los hombres”, opina para DW Ricardo Sanguinetti.
Hablar con imágenes
Annemarie Heinrich nació en Darmstadt, al suroeste de Alemania. Su padre, Walther, era violinista en la ópera de Berlín. Tras combatir en la Primera Guerra Mundial, las heridas sufridas le impidieron volver a tocar. Frente al difícil escenario económico de la posguerra, la familia emigró a Argentina en 1926.
Los primeros años fueron complejos. Se instalaron en Entre Ríos, en una zona rural con pocas oportunidades. Por eso, Annemarie se trasladó con su padre a Buenos Aires, mientras su madre y su hermana menor, Úrsula, se quedaron allí.
A los 15 años, Annemarie —quien hasta entonces soñaba con ser bailarina— comenzó como ayudante en el estudio de la fotógrafa austríaca Melitta Lang, en el barrio porteño de Belgrano.
"Creo que allí se dio cuenta de que la fotografía era una posibilidad. No porque estuviera enamorada del oficio, sino porque era una forma de expresarse sin hablar mucho, ya que aún no dominaba el español”, explica a DW Alicia Sanguinetti.
Más tarde, ya instalada con su familia en Villa Ballester, montó un cuarto oscuro en casa. Con una pequeña cámara traída por su padre desde Alemania, comenzó a fotografiar plazas, calles, plantas y a sus vecinas.
En 1930 abrió su primer taller fotográfico. "Al principio, el abuelo la ayudó. Utilizó latas de kerosene para construir los primeros faroles para iluminarlo”, añade Ricardo Sanguinetti.
"Una explosión creativa”
Con el tiempo, Annemarie perfeccionó su técnica tanto en Argentina como en Alemania. A medida que aumentaban los encargos, amplió su estudio: primero en la calle Santa Fe, donde ya trabajaban ocho personas, y luego en la avenida Córdoba, cerca de Radio El Mundo, una emisora clave de la época. Desde allí, sus fotos comenzaron a publicarse en revistas como Sintonía, Radiolandia y El Hogar.
"Annemarie hacía retratos de los cantantes que se presentaban en la radio. Había músicos, folcloristas, tangueros y periodistas. Fue una explosión creativa”, detalla a DW Alicia Sanguinetti.
En 1939 Annemarie se casó con el escritor argentino Ricardo Sanguinetti, conocido por su seudónimo Álvaro Sol, quien la conectó con pintores, intelectuales y el Teatro Colón.
"Destaco el nivel de profesionalismo que alcanzó a escala internacional. Las grandes compañías de teatro y danza le encargaban hasta 300 copias hechas a mano. Además, toda su familia participaba en el proyecto. El marido se quedaba hasta las cinco de la mañana en el cuarto oscuro. Era un trabajo de alto nivel”, señala Lutz Matschke, fotógrafo argentino-alemán y director del Centro para la Restauración e Investigación Fotográfica en Berlín.
Más allá del retrato
Muchos artistas e intelectuales elegían retratarse con Annemarie por la facilidad con que lograba hacerlos sentir cómodos.
"Ella tenía la capacidad de llegar al alma de las personas. Un buen retrato debe mostrar algo del alma, y en ese sentido, Annemarie era una maestra”, afirma a DW Matschke.
Una anécdota muy recordada tiene como protagonista a Jorge Luis Borges. Al comienzo de la sesión, el escritor estaba visiblemente tenso, sin saber qué postura adoptar. Annemarie, sabiendo que Borges hablaba alemán y era lector de Goethe, comenzó a hablarle en ese idioma. "Borges se relajó y empezó a recitar Fausto. Así fue como surgió su retrato”, cuenta a DW Matschke.
El vínculo con los artistas muchas veces iba más allá de las sesiones, como recuerda Alicia: "Algunos seguían visitando el estudio o la invitaban a sus espectáculos. Se generaba una relación cercana, incluso de amistad. Yo diría que casi era una psicóloga para los artistas. Alfredo Alcón, por ejemplo, era brillante en escena, pero muy tímido en persona. Una vez Annemarie lo notó y le dijo: ‘Ándate a la esquina, tómate un whisky y luego volvés'”.
Una obra inmortal
Tras décadas de trabajo y reconocimiento, la obra de Annemarie Heinrich sigue vigente gracias a la gestión de sus hijos, Ricardo y Alicia, quienes también hicieron exitosas carreras en la fotografía.
"Nos dedicamos a conservar un archivo enorme. Tenemos cuatro personas trabajando en preservación; estamos digitalizando y congelando negativos en mal estado”, cuenta a DW Alicia Sanguinetti.
Por ahora, varios proyectos están en marcha, como la reedición de un libro de ballet con fotos de Annemarie, una película biográfica y una muestra conjunta con el fotógrafo polaco Boleslaw Senderowicz.
En Alemania, las fotos de Annemarie se han exhibido recientemente en la Willy Brandt Haus de Berlín (2024) y en la galería Jens Scholz Kunstauktionen de Colonia (2025).
El fotógrafo Lutz Matschke espera también concretar una futura muestra en Darmstadt, la ciudad natal de Heinrich, porque según él: "Hay mucho por redescubrir. Ella tenía una forma muy admirable de trabajar: toda su vida buscó la luz, un reflejo. Esa capacidad de observar la luz, especialmente en blanco y negro, es admirable”.
"Mientras muchos recurrían a luz estandarizada, ella la trabajó con verdadera maestría. Eso es lo que hoy le reconocen las nuevas generaciones”, sentencia para DW Ricardo Sanguinetti.
(gg)